Gestión Sostenible de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos. Una acción urgente

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Europa busca ser más competitiva a través de la bioeconomía sostenible y circular

(*) Por Diego Díaz Martín, PhD

La bioeconomía se ha erigido como una visión transformadora para abordar los desafíos ambientales y económicos en Europa. En su esencia, se basa en la utilización inteligente de los recursos biológicos renovables, como plantas, animales y microorganismos, para generar productos, energía y servicios. Su enfoque se aleja de la dependencia de los recursos fósiles no renovables y promueve la eficiencia en la producción y el consumo, estableciendo un puente crucial entre la ciencia, la tecnología y la economía.

Esta disciplina abraza principios de sostenibilidad y economía circular. La producción de bienes se plantea de manera que los desechos se convierten en recursos y se reducen al mínimo los impactos ambientales negativos. Al mismo tiempo incrementa la eficiencia y reduce la presión de extracción de recursos naturales.

El tema es tan importante dentro del Consejo de la Unión Europea, que en 2018, una  Comisión encargada de evaluar la aplicación de su Estrategia de Bioeconomía publicó una actualización de la Estrategia en la que se describen formas de acelerar el desarrollo de una bioeconomía sostenible en Europa. Su implementación ha sido revisada en 2022 y 2023, promoviendo la innovación en sectores como la agricultura, la alimentación, la energía y la salud.

La bioeconomía europea se enfoca en la diversificación de fuentes de materia prima, la mejora de la eficiencia en el uso de recursos y la promoción de la investigación y la colaboración interdisciplinaria. Desde la promoción de cultivos sostenibles hasta la producción de bioplásticos y bioenergía, la bioeconomía europea está redefiniendo la manera en que entendemos la producción y el consumo.

En un mundo donde los desafíos ambientales son más evidentes que nunca, la bioeconomía emerge como un faro de esperanza. Su potencial para generar empleo, fomentar la innovación y reducir nuestra huella ecológica es innegable.

Finalmente, es oportuno recordar que la bioeconomía desempeña un papel esencial en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) al impulsar la transición hacia un modelo económico más sostenible y resiliente. Al promover la utilización responsable de recursos biológicos renovables se fomenta la seguridad alimentaria, la reducción de la pobreza y la mitigación del cambio climático. Además, al integrar la investigación, la innovación y la colaboración, la bioeconomía impulsa la creación de empleo, el desarrollo tecnológico y la equidad social, contribuyendo así a un futuro más justo y equilibrado para las generaciones presentes y futuras.

En nuestras manos está continuar explorando y promoviendo soluciones sostenibles que nos encaminen hacia un futuro más justo y equitativo, en armonía con la naturaleza.

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(*) Fundador y Director General de Vitalis. Académico universitario de la Red de Universidades de Anahúac en México. Contacto: www.linkedin.com/in/ddiazmartin

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Inteligencia Artificial: Aliada Invisible del Desarrollo Sostenible.

Por Diego Díaz Martín (*)

En un mundo donde la conservación ambiental y el desarrollo sostenible se vuelven cada vez más urgentes, la inteligencia artificial (IA) emerge como una poderosa herramienta para abordar estos desafíos.

La inteligencia artificial es un campo de la informática que se enfoca en desarrollar sistemas y programas capaces de realizar tareas que requieren de inteligencia humana. Se trata de enseñar a las máquinas a aprender, razonar y tomar decisiones por sí mismas, utilizando algoritmos y datos.

La IA se utiliza con mucho éxito en una amplia gama de sectores y ámbitos, como medicina y salud, automatización y robótica, finanzas, comercio y marketing.

En materia ambiental, la combinación de la capacidad de procesamiento de datos y los algoritmos avanzados de la IA ofrece nuevas oportunidades para comprender y abordar los desafíos del desarrollo sostenible, de manera más eficiente y efectiva.  De manera general, ofrece un gran potencial para la optimización de la gestión de los recursos naturales.

Con su capacidad para analizar grandes cantidades de datos y tomar decisiones basadas en ellos, la IA puede impulsar soluciones innovadoras y estrategias de acción efectivas, contribuyendo a un futuro más equilibrado y sostenible para nuestro planeta y las generaciones venideras.

En materia de vida silvestre, la IA puede ayudar a identificar y rastrear especies en peligro de extinción mediante el análisis de imágenes y sonidos. Los algoritmos de reconocimiento de patrones y conductas, pueden detectar e identificar especies, lo que facilita el monitoreo de su estado de conservación y la implementación de medidas adecuadas de protección.

Asimismo, la IA puede ayudar a optimizar el uso de recursos naturales, como el agua y la energía. También puede contribuir con el monitoreo de la producción de residuos, a través de sistemas inteligentes de gestión. Al analizar grandes cantidades de datos en tiempo real, permite identificar patrones, prediciendo demandas y tomando decisiones más eficientes para minimizar el impacto ambiental negativo de las actividades humanas.

De igual forma, la IA puede ayudar a predecir y responder de manera más efectiva a los desastres naturales, como huracanes, inundaciones e incendios forestales. Mediante el análisis de datos históricos y en tiempo real, los sistemas de IA pueden alertar sobre posibles eventos, mejorar la planificación de emergencias y facilitar la toma de decisiones para proteger vidas y minimizar los daños derivados del cambio climático.

La IA puede ser un aliado invaluable en la conservación ambiental y el desarrollo sustentable, sin embargo, para aprovecharla al máximo, es fundamental comprender que se requiere una combinación de datos de alta calidad, algoritmos efectivos y la colaboración entre científicos, conservacionistas y expertos.

La recopilación y etiquetado preciso de datos ambientales, la formación de modelos de IA específicos para problemas de conservación y el análisis y aplicación de resultados de IA en decisiones y acciones concretas, son aspectos clave para maximizar el potencial de la IA en la protección de nuestros ecosistemas y la promoción de la sostenibilidad.

Como aliada invisible del desarrollo sostenible, la IA podría contribuir a lograr un impacto significativo en la conservación del planeta al proporcionar herramientas y soluciones innovadoras que nos permitan abordar, analizar y resolver algunos de sus principales desafíos ambientales.

(*) Fundador y Director General de Vitalis. Académico universitario de la Red Universidades Anáhuac en México. Contacto: www.linkedin.com/in/ddiazmartin

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Puntos de encuentro entre el Acuerdo de Escazú y la Agenda 2030. Lo que las ONG´s podemos hacer

(*) Antonio Veiga Méndez

El Acuerdo de Escazú es un pacto regional de América Latina y el Caribe que busca garantizar el acceso a la información, la participación pública y la justicia en asuntos ambientales. Este Acuerdo tiene implicaciones importantes para Suramérica, ya que muchos países de la región enfrentan desafíos ambientales y sociales que afectan la calidad de vida de sus poblaciones.

Fue firmado por 24 países de América Latina y el Caribe el 27 de septiembre de 2018 en la ciudad de Escazú, Costa Rica, durante la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas y ha entrado en vigor el 22 de abril de 2021, después de que 11 países lo ratificaran, participaran en las negociaciones y acordaran sus términos. Vale destacar que el Acuerdo de Escazú sigue abierto a la firma y ratificación de otros países de la región que no participaron en las negociaciones iniciales.

Este Acuerdo busca mejorar la transparencia y la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales, lo que puede ayudar a prevenir conflictos y promover un desarrollo sostenible. También establece medidas para proteger a los defensores ambientales, quienes a menudo enfrentan amenazas y ataques por parte de empresas y gobiernos que buscan explotar recursos naturales. Si el Acuerdo de Escazú tuviera sabor, sabría a Latinoamérica.

El Acuerdo de Escazú y la Agenda 2030 tienen varios puntos de encuentro que demuestran que la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente son temas transversales en el desarrollo humano:

  • Comparten la idea de que la participación ciudadana es fundamental para lograr un desarrollo sostenible y justo.
  • Buscan proteger los derechos de las personas, especialmente de aquellos grupos más vulnerables, como los pueblos indígenas y las comunidades locales.
  • Dan importancia a la transparencia y la rendición de cuentas en la gestión de los recursos naturales y en la toma de decisiones ambientales.
  • Buscan fomentar una cultura de responsabilidad y compromiso en la sociedad para lograr un futuro más sostenible.

En resumen, tanto el Acuerdo de Escazú como la Agenda 2030 buscan abordar los desafíos ambientales y sociales de manera integral, reconociendo que el cuidado del medio ambiente es fundamental para el bienestar humano.

Las ONG pueden desempeñar un papel fundamental en la implementación y promoción del Acuerdo de Escazú. Algunas formas en que estas organizaciones pueden apoyar el Acuerdo incluyen:

  • Monitoreo y seguimiento de la implementación en sus países, asegurándose de que se estén cumpliendo los compromisos adquiridos. También pueden hacer seguimiento de los avances y desafíos en otros países de la región.
  • Sensibilización y educación sobre los derechos ambientales, destacando la importancia del Acuerdo a través de campañas dirigidas a la sociedad civil, los medios de comunicación y los tomadores de decisiones.
  • Participación y consulta para promover la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales y asegurar que las comunidades locales sean consultadas en los procesos de toma de decisiones relacionados con el medio ambiente.
  • Protección de defensores ambientales que luchan por el resguardo del medio ambiente y los derechos humanos. Esto puede incluir la provisión de asistencia legal y apoyo a las comunidades locales.
  • Cooperación y colaboración para intercambiar información, compartir buenas prácticas y coordinar acciones en apoyo. La cooperación y colaboración entre organizaciones es fundamental para lograr un impacto significativo en la implementación de este Acuerdo.

¿Deseas leer más sobre este tema? Te invitamos a revisar el artículo “El Acuerdo de Escazú: una necesidad inveterada”

(*) Ingeniero Agrónomo, Especialista en Planificación de Recursos Naturales, Magister en Manejo de Recursos Naturales, Doctor en Educación Ambiental. Docente universitario e investigador. Colaborador de Vitalis España. Correo electrónico: aveiga@vitalis.net

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Un ODS transversal y catalizador: El objetivo 16 de la Agenda 2030

(*) Por María Elisa Febres

La paz, la justicia y la inclusión son condiciones indispensables para el desarrollo sostenible, y así lo deja claro el objetivo 16 de la Agenda 2030, que se considera un objetivo transversal y catalizador, pues en la medida que éste se alcance y avancemos en la consolidación de sociedades pacíficas, justas e inclusivas, podremos dar cumplimiento al resto de los ODS. A su vez, el desarrollo sostenible contribuye a consolidar la paz, la justicia y la inclusión, pues cuando una sociedad tiene un balance positivo de desarrollo social, económico y ambiental, se reducen la violencia y los conflictos.

Este objetivo 16, al mismo tiempo, reivindica la importancia de fortalecer las instituciones en todos los niveles, para incrementar su capacidad de satisfacer las necesidades de las personas, en el marco de buena gobernanza, democracia legítima, estado de derecho efectivo y respeto a los derechos humanos, ya que si las instituciones son débiles, no es posible que las sociedades desarrollen plenamente su potencial.

En suma, el objetivo 16 integra la necesidad de abordar la inseguridad, injusticia y conflicto que afectan a la sociedad, conjuntamente con la debilidad que aqueja a las instituciones.

Venimos enfrentando crecientes amenazas como los conflictos armados, el terrorismo, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y lo daños ambientales en general. La ONU ha destacado, en referencia a la situación actual del ODS 16, la lenta disminución de delitos dolosos, la poca aprobación de leyes sobre el derecho a la información y a la libertad de expresión, el nivel altísimo de personas que han huido de guerras y conflictos, y adicionalmente las consecuencias del Covid 19, que han complicado aún más la seguridad y la paz global.

La paz es entendida en los ODS no sólo como ausencia de guerra, sino considerando un enfoque más amplio de paz positiva y sostenida, implicando la seguridad individual y las condiciones sociales, económicas y ambientales que conforman el entorno del individuo.

Las metas e indicadores vinculados al ODS 16 incluyen la reducción significativa de todas las formas de violencia y las tasas de mortalidad en todo el mundo; el fin del maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños; la reducción significativa de las corrientes financieras y de armas ilícitas; el fortalecimiento en la recuperación y devolución de los activos robados y la lucha contra todas las formas de delincuencia organizada; la promoción del Estado de derecho en los planos nacional e internacional y la igualdad de acceso a la justicia para todos; la asistencia a quienes están en situación de vulnerabilidad y exclusión. Igualmente, se contempla reducir la corrupción y el soborno; garantizar la adopción en todos los niveles de decisiones inclusivas, participativas y representativas que respondan a las necesidades de la gente; garantizar el acceso público a la información y proteger las libertades fundamentales; fortalecer a las instituciones en su capacidad de prevenir la violencia y combatir el terrorismo y la delincuencia; promover y aplicar leyes y políticas no discriminatorias en favor del desarrollo sostenible y fortalecer la participación de los países en desarrollo en las instituciones de gobernanza mundial.

Este objetivo exige medidas urgentes, con cambios en normas e instituciones formales e informales, para influir en prácticas y comportamientos de personas y organizaciones, lo cual necesariamente requiere la acción de los gobiernos y de todos los sectores, así como el financiamiento adecuado. A los gobiernos corresponde establecer sus metas nacionales y generar planes, políticas y estrategias. En lo que respecta a la violencia y criminalidad, se debe atender tanto en lo preventivo, como en lo represivo. Las políticas de seguridad deben coordinarse con las políticas sociales, y orientar estas especialmente a las personas y zonas más vulnerables (mujeres, niños, jóvenes, zonas de conflicto, violencia y pobreza). Los cambios y mejoras en los sistemas judiciales son también una exigencia esencial. En el marco de la gobernanza efectiva, a la sociedad civil le corresponde un papel muy activo en favor de la inclusión y la participación, mediante proyectos, campañas, experiencias de aprendizaje, intercambio de buenas prácticas y contribuciones al empoderamiento, ejercicio e implementación efectiva de los derechos de acceso, la rendición de cuentas, la justicia y la paz. Por su parte, el sector privado a través de los líderes empresariales y la responsabilidad social corporativa, debe contribuir significativamente mediante la trasparencia y la rendición de cuentas a combatir la corrupción, con políticas, estándares y prácticas que respeten y promuevan los derechos humanos, la igualdad de género, la inclusión económica y social y la mejora del entorno laboral.

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(*) Abogada, Especialista en Derecho Ambiental y Doctora en Desarrollo Sostenible. Miembro de la Comisión de Derecho Ambiental de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza. Consultora para diversos organismos regionales e internacionales.

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Acuerdo de Escazú: una necesidad inveterada

El Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, firmado el 4 de marzo de 2018, en Costa Rica, conocido como el “Acuerdo de Escazú”, es el primer instrumento en contener disposiciones específicas sobre defensores ambientales, protección de los bienes naturales tutelados y la participación ciudadana en asuntos públicos, todos relacionados al ambiente con un enfoque en derechos humanos.

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Fauna silvestre y sustentabilidad

Por Martín Correa-Viana (*)

La concepción del uso racional de los recursos bióticos guarda paralelismo con el albor de nuestros antepasados. Sin los conocimientos y técnicas actuales, de manera quizás intuitiva, Homo sapiens, durante el Paleolítico, aplicó pautas para recolectar especies vegetales, aprovechar organismos animales y preservar los hábitats asociados.

En 262 aC Azoca en la India, promulgó un edicto para proteger los bosques y animales montaraces. A lo largo del siglo XVIII, los leñadores alemanes mantuvieron un balance “sustentable” entre la tala y el cuidado de los árboles.

Durante los años 80 del siglo pasado, se introdujeron los términos biodiversidad (Walter G. Rosen, 1986) y Desarrollo Sustentable (Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, 1988), impulsando la internalización de una nueva visión para utilizar los recursos ambientales.

El concepto de biodiversidad cambió la perspectiva de valorar a los organismos vivos usando como criterio preferente su variedad. Se incorporó la variabilidad desde las variantes genéticas propias de la especie al conjunto de especies, géneros, familias y niveles taxonómicos superiores; para abarcar comunidades, ecosistemas, paisajes, componentes abióticos y las condiciones en las cuales viven los organismos.

El término Desarrollo Sustentable se propuso para disipar la ambigüedad entre desarrollo y crecimiento. Su objetivo es satisfacer las necesidades de la generación actual sin menoscabar el derecho de las futuras generaciones de acceder y utilizar los recursos para suplir sus propios requerimientos. Desde un enfoque bioecológico, la sustentabilidad se relaciona con la perennidad productiva de los sistemas biológicos, el funcionamiento de los ecosistemas, la continuidad espacial y temporal de los servicios que éstos prestan y el equilibrio dinámico entre las especies y los recursos de su entorno.

Nuestra subsistencia depende de la biodiversidad. En consecuencia, para diseñar un plan de desarrollo sustentable de la fauna silvestre se necesita información acerca de:

1. Amenazas,

2. Acciones para eliminar o minimizar esas amenazas,

3. Identificación y valoración del patrimonio zoocultural material e inmaterial y

4. Composición, estructura y función desde el nivel gen hasta el paisaje. Esto es: la heterósis, especies presentes, su riqueza y abundancia relativa, abundancia relativa de los ecosistemas, grado de conectividad y fragmentación de los hábitats, número de hábitats, ecología poblacional, polinización, ciclos de nutrimentos, perturbaciones naturales, entre otras.

En este sentido, un plan de desarrollo sustentable para la fauna silvestre contemplaría:

1. Análisis y redimensión de las políticas nacionales.

2. Revisión y adecuación de leyes para eliminar actividades ilegales y fiscalizar proyectos susceptibles de afectar negativamente a la fauna silvestre, regular la cacería consuntiva, ordenar la actividad cinegética y los zoocriaderos.

3. Elaboración y ejecución de planes estadales y municipales con participación de comunidades indígenas y locales.

4. Restauración y creación de áreas protegidas.

5. Establecimiento de centros de rescate y rehabilitación.

6. Fundación y fortalecimiento de estaciones biológicas y centros universitarios dedicados a la investigación.

7. Promulgación de normas para establecer y manejar reservas privadas de biodiversidad y estaciones biológicas en hatos y haciendas.

Resulta incuestionable que la humanidad tiene en la biodiversidad su tesoro más preciado y la fauna silvestre es uno de sus componentes inestimables.

En Vitalis hemos hecho un esfuerzo divulgativo para apoyar la conservación de especies de fauna silvestre con una campaña denominada “Tu Casa No es Su Casa” ¿Quieres saber de qué se trata? Escríbenos a info@vitalis.net.

También puedes revisar el artículo escrito por el Presidente de Vitalis sobre el comercio de fauna silvestre denominado “No seas cómplice de su extinción: Animales silvestres no son mascotas”

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*Biólogo, Master of Science y Doctor en Zoología Agrícola. Investigador del antiguo Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (MARNR) en Venezuela, Profesor titular, docente e investigador de la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (UNELLEZ).

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¡Buenas Noticias! Acuerdo de Escazú entrará pronto en vigor.

Por Diego Díaz Martín, PhD. (*) @DDiazMartin

El pasado 5 de noviembre, el Senado de México ratificó el Acuerdo de Escazú, decisión que sumada al refrendo de la Cámara de Diputados Argentina del pasado mes de septiembre, permite lograr los 11 países requeridos para su entrada en vigor. Este tratado, garantiza los derechos de acceso a la información, a la participación pública y a la justicia en asuntos ambientales, además ser el primer acuerdo regional que reconoce y garantiza la protección de personas defensoras del ambiente, un tema de especial importancia para América Latina.

Entre otros instrumentos normativos, el Acuerdo de Escazú reafirma la importancia de la Declaración Universal de Derechos Humanos, los principios de la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano de 1972 y la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992. De igual forma, reconoce la importancia de los ciudadanos y de los defensores de los derechos humanos en asuntos ambientales para el fortalecimiento de la democracia, los derechos de acceso y el desarrollo sostenible.

Además de garantizar la implementación plena y efectiva en América Latina y el Caribe de los derechos de acceso a la información y participación pública en los procesos de toma de decisiones ambientales y acceso a la justicia en asuntos ambientales, el Acuerdo de Escazú propiciará la creación y el fortalecimiento de las capacidades y la cooperación dentro de la región, contribuyendo a la protección del derecho de cada persona, y de las generaciones presentes y futuras, a vivir en un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado.

A pesar de la importancia de este Tratado, Chile, uno de sus impulsores, no lo firmó. Tampoco lo hicieron El Salvador y Venezuela, quienes subestimaron su importancia.

Por su parte, Costa Rica, otro de los países promotores, y sede del Acuerdo, diluyó su entusiasmo y hasta la fecha no lo ha ratificado. Mientras tanto Perú, uno de sus firmantes, decidió “por ahora” no ratificarlo.

Pese a las contradicciones de los mismos gobiermos de la región, y la compleja problemática ambiental existente, la sensatez privó. Por ello el Acuerdo de Escazú entrará en vigor tan pronto sean consignadas las ratificaciones en las Naciones Unidas, lo que permitirá avanzar hacia una mayor protección del medio ambiente y de sus defensores, fortaleciendo el Derecho al Ambiente, como lo hizo el Convenio de Aarhus firmado en Dinamarca en 1998 para Europa.

El Acuerdo de Escazú marca un acontecimiento significativo en la defensa y conservación de nuestros recursos naturales y del desarrollo sostenible en la región que debemos conocer, divulgar y hacer cumplir.


(*) Biólogo, Maestro en Gerencia Ambiental y Doctor en Proyectos de Ingeniería orientados al Desarrollo Sustentable. Director General de Vitalis para Iberoamérica, Estados Unidos y Canadá. https://www.linkedin.com/in/ddiazmartin/

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Ambiente Sano y Covid-19: Una nueva realidad

Abog. Maritza Da Silva (*)

El mundo lleva una década enfrentando nuevas enfermedades, las cuales han generado grandes desasosiegos en materia de salud pública. Entre estos hemos presenciado la aparición del ébola, la gripe aviar, la gripe por H1N1, el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), la Fiebre del Valle del Rift, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), el Virus del Nilo Oriental, el Virus de Zika, y ahora el virus Covid-19. Éste último ha causado una pandemia de gran envergadura mundial, produciendo cuantiosas pérdidas humanas y económicas.

En realidad, la ciencia aún no ha podido identificar con exactitud cómo se transfirió el virus SARS COVID-2, convirtiéndose en Covid-19 al llegar a los humanos. Lo único claro es que no será la última pandemia, considerando el aumento mundial de enfermedades zoonóticas, las cuales son emergentes en los humanos y provienen del mundo animal. Sus
afecciones tienen origen en los ecosistemas debido a los cambios de huésped entre especies, situación exacerbada por la crisis climática debida al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, cambios de temperatura y humedad, lo que influye considerablemente en la permanencia de los agentes infecciosos ambientales. Esto, sin lugar a dudas, vaticina más epidemias ante un entorno desequilibrado y sin control, aumentando la vulnerabilidad de la especie humana y amplificando la propagación de este tipo de padecimientos.

La migración, la urbanización, las preferencias dietéticas, las demandas de productos lácteos y cárnicos, han llevado a expandir las tierras de cultivo para desarrollar una ganadería extensiva más cercana a las ciudades. Esto ha ocasionado un aumento a la exposición a enfermedades. Por ejemplo, la avicultura es puente epidemiológico entre la fauna silvestre y los humanos, tal y como lo vimos con la gripe aviar; en este caso los patógenos primero pasaron de aves silvestres infectadas a aves de corral, y luego, por convivencia, a los humanos.

El desafío que tiene la humanidad hoy es, promover la prevención para enfrentar adecuadamente futuras pandemias. Para ello será necesario impedir el tráfico ilegal de fauna silvestre y la destrucción de los ecosistemas, invirtiendo en materia de salud a gran escala, ponderando como apremiante la salud en medio del debate climático, así como el
uso positivo de las tecnologías. Igualmente se hace necesario trabajar de forma conjunta en políticas integrales ambientales a nivel local, regional, nacional e internacional, asegurando alimentos y productos saludables, pues estos virus amenazan el bienestar de las especies, de la humanidad y de los ecosistemas: en resumen, en palabras llanas, de la vida misma.


(*) Abogada especialista en Derecho Ambiental y Derechos Humanos. Directora de Derecho Ambiental de Vitalis Venezuela. mdasilva@vitalis.net

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La unión de fuerzas para combatir el cambio climático

Por Francisco Suarez (*)

Hay muchas organizaciones y empresas tratando de poner su grano de arena para combatir el cambio climático y dejar una huella positiva detrás de sus acciones. Sin embargo, a veces los esfuerzos no parecen ser suficientes y por lo general no coordinados bajo un plan estratégico integral.

La premisa o reto es incluir de manera integral la sostenibilidad en los planes económicos y de desarrollo de los países, con planes claros y vinculados para la generación de valor económico, social y ambiental de una manera coordinada.

Empresas como Coca-Cola FEMSA son el ejemplo de que se puede hacer la diferencia. La cadena de valor compartido puede funcionar cuando se ponen a todos los jugadores bajo el mismo objetivo: la comunidad, la empresa, la institución gubernamental; todos cumplen un papel fundamental en generar un cambio sostenible.

Es por ello que el rol de todos cuenta, y cuenta mucho, dentro y fuera de las empresas. Organizaciones como el WEC (World Environmental Center), una Organización sin fines de lucro con el propósito de enlazar y fortalecer el desarrollo sostenible a través de las operaciones de empresas aliadas, en asociación con instituciones gubernamentales y no gubernamentales, universidades y tomadores de decisión.

Su estrategia de renovación está enfocada en la aceleración de soluciones de sostenibilidad a través de la innovación, liderazgo y colaboración pública y privada.

Esta alineación significa una manera diferente de ver el rol de la organización como un conector y dar espacios a cada institución o empresa a desarrollarse dentro de un ámbito que no perjudique a sus miembros, comunidad o país. Las personas y las economías prosperan cuando las micro, pequeñas y medianas empresas están facultadas para alcanzar su máximo potencial. 

Cada etapa del proceso es importante y las empresas deben evaluar con cuidado dónde invierten sus esfuerzos. La ciencia y la tecnología se han formado de maneras que permiten cada vez más el equilibrio en cada punto de la cadena de valor, desde las materias primas hasta la fabricación; logística a la venta; de su uso al desecho.

Es fundamental que las empresas estén dispuestas a trabajar en conjunto, son estas conexiones las que aceleran el aprendizaje, la práctica compartida y el desarrollo sostenible.

Cuando nos enfrentamos a problemáticas como en la que se encuentran los sectores industriales de uso intensivo de agua, como la agricultura, la energía y la minería. Descubrimos riesgos potenciales asociados con la interrupción operativa y / o del proveedor, el aumento del costo del agua, la reducción del rendimiento / la pérdida de cultivos, el aumento de las regulaciones y potenciales daños al ecosistema y comunidades aledañas.

Ante este tipo de coyunturas es importante que todas las partes se pongan la camiseta. Gobiernos, legisladores, reguladores, administradores, funcionarios de organismos y organizaciones internacionales, el sector privado, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y sector educativo. Todos son bienvenidos a poner su grano de arena por un objetivo en común.

Todos en los individual queremos dejar un mejor mundo para nuestros hijos y las próximas generaciones, para que ocurra tenemos que jugar en el mismo equipo. Siempre habrá objetivos competitivos en las empresas, pero con la alineación correcta cada quien tiene sus espacios para crecer dejando una huella positiva en el planeta.


(*) New Business Project Director en Coca-Cola FEMSA.

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