(*) Por Diego Díaz Martín

Cuando pensamos en biodiversidad, es natural que nuestra mente nos lleve a los exuberantes bosques, los vastos océanos, las gigantes montañas o las megadiversas selvas tropicales. Sin embargo, debajo de nuestros pies, se encuentra un universo esencial para la vida en la Tierra del que poco se habla, pese a su gran importancia.

Los ecosistemas del suelo albergan una extraordinaria diversidad de seres vivos, desde bacterias y hongos hasta nematodos, artrópodos y pequeños vertebrados. Estos organismos desempeñan roles fundamentales en numerosos procesos ecológicos esenciales, como la descomposición de materia orgánica, el ciclo de los nutrientes, la fijación de nitrógeno, la formación de agregados de suelo que influyen en su estructura y porosidad, y hasta la regulación del clima local, por citar solo algunos.

Uno de los aspectos más significativos de la biodiversidad subterránea es su papel en la salud de los suelos. Las comunidades microbianas, por ejemplo, son responsables de la descomposición de la materia orgánica, liberando nutrientes esenciales para el crecimiento de las plantas. Sin esta actividad microbiana, los suelos se volverían estériles y poco aptos para el cultivo.

Además, muchos organismos del suelo son clave en la lucha contra la erosión y la desertificación. Las redes de raíces de las plantas, junto con la actividad de los organismos del suelo, ayudan a mantener la estructura del suelo y a prevenir la pérdida de nutrientes y agua por la escorrentía.

La biodiversidad subterránea también tiene implicaciones importantes para la salud humana y el bienestar. Por ejemplo, algunos microorganismos del suelo pueden actuar como agentes de control biológico, ayudando a combatir plagas agrícolas y enfermedades de las plantas, lo que reduce la necesidad de pesticidas químicos.

Finalmente, la diversidad genética de los seres vivos en el subsuelo, le confiere a sus ecosistemas una mayor capacidad de adaptación frente a cambios ambientales, aumentando su resiliencia frente a perturbaciones. De allí que los suelos sin biodiversidad sufren una disminución en su fertilidad y en la capacidad de retención de agua, lo que puede llevar a su degradación y la pérdida de productividad agrícola.

Los ecosistemas del suelo y la biodiversidad subterránea son fundamentales para la salud y la sostenibilidad de los ecosistemas terrestres. Reconocer y proteger esta riqueza biológica es esencial para garantizar la sostenibilidad de la vida en nuestro planeta.

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(*) Fundador y Director General de Vitalis. Académico universitario de la Red de Universidades de Anahúac en México. Contacto: www.linkedin.com/in/ddiazmartin

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