Por: Diego Díaz Martín, Presidente de VITALIS
Algunas carreteras venezolanas se están convirtiendo en centros de expendio de animales silvestres, donde por sumas de veinte hasta cien mil bolívares, se puede adquirir desde perezas hasta araguatos. Lo que desconocen estos “clientes de la vida silvestre”, es que además de realizar una actividad ilegal que puede ser penalizada, con su compra están acelerando la muerte del animal.
Pocas personas saben que para poder apartar de su mamá a un bebé pereza o araguato, los saqueadores (pues no hay otra forma de definirlos) han debido matarla, pues la naturaleza es sabia y no se entrega con facilidad a los desmanes de los seres humanos, quienes a veces demostramos una gran incapacidad para relacionarnos con los demás seres de este planeta, de quienes dependemos para subsistir.
Como si esto fuera poco, en la mayoría de los casos, estos animales son incapaces de sobrevivir fuera de su hábitat, pues simplemente no están preparados para ello. Es bien sabido, por ejemplo, cómo se han venido incrementando en las consultas de los veterinarios las visitas de decenas de “clientes silvestres” cuyas buenas intenciones no fueron suficientes para evitar que sus perezas mascotas cayeran en procesos irreversibles de deshidratación, estrés y politraumatismos por una inapropiada manipulación. Después de todo, a menos que uno tenga una selva nublada sembrada de yagrumos en su balcón, sería muy difícil garantizarle una apropiada alimentación a una pereza.
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