Por Diego Díaz Martín, PhD. @DDiazMartin (*)
Evidencias científicas apuntan a que el murciélago grande de herradura chino (Rhinolophus ferrumequinum) podría ser el hospedador del SARS-CoV-2, un nuevo virus identificado por el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV, por sus siglas en inglés) como el agente infeccioso causante del COVID-19.
Los nefastos efectos de esta pandemia ya son conocidos en casi todo el mundo y tuvieron su inicio el 12 de diciembre de 2019 en Wuhan, China. Hoy en día, más de 177 países y territorios son testigos de sus impactos.
Casi dos décadas han servido para que investigadores de varios países, principalmente de China (incluyendo Hong Kong) y Estados Unidos, hayan alertado al mundo sobre la existencia de al menos treinta y nueve especies de virus causantes de Coronavirus, con efectos directos en los seres humanos y en algunos animales. Sin embargo, los precedentes de transmisiones virales desde murciélagos a los humanos, de nada han servido. La atención sobre el tema fue muy poca; hasta ahora.
A principios de este siglo, a un coronavirus le fue atribuida la causa del síndrome respiratorio severo, que infectó a más de ocho mil personas, de las cuales 10% murió. Posteriormente, otro virus transmitido por murciélagos fue clave en el desencadenamiento de otra enfermedad respiratoria similar, conocido en inglés como MERS (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente en español). Aunque afectó a menos personas, su alta tasa de mortalidad rondaba el 30%, lo cual acabó con la vida de más de 850 seres humanos.
Los murciélagos, al igual que otros mamíferos, siempre han sido portadores de agentes que podrían ser perjudiciales para los humanos. Su resistencia a estos elementos infecciosos es muy alta, gracias a su sofisticado sistema inmunológico, por lo que casi nunca llegan a experimentar enfermedades asociadas a la presencia de estos virus. Por eso se les llaman hospedadores o reservorios, pues aunque no desarrollan la enfermedad, pueden albergar en sus fluidos y tejidos altas concentraciones del virus.
La convivencia de los virus en los murciélagos parece que siempre fue armónica, hasta que aparecimos los humanos invadiendo sus espacios y haciéndolos parte de la dieta de algunas culturas.
Expertos alegan que la transmisión del SARS-CoV-2 pudo ocurrir por el consumo directo de murciélagos de herradura chinos, tomando en cuenta los conocidos hábitos alimentarios del sur de China y su debilidad por especies silvestres. Sin embargo, también es sabido que estos mamíferos voladores pueden esparcir los virus a través del vuelo, especialmente por medio de sus heces, la saliva y la orina, y en algunos casos, a través de los contenidos estomacales que algunas veces regurgitan para alimentar a sus crías.
El rápido crecimiento de China y su cultura alimentaria, podrían estar detrás del incremento en el consumo e interacción con estos excepcionales mamíferos. La necesidad de proteína animal es creciente, cuéstele o que le cueste a la naturaleza.
En el mundo existen alrededor de 1300 especies de murciélagos, presentes en casi todo el planeta, con excepción de la Antártida. Su importancia ecológica y ecosistémica son indudables, pues participan en la polinización de las plantas, la dispersión de semillas y el control de plagas, entre otras funciones vitales.
Investigadores sugieren que la perturbación del hábitat de los murciélagos podría causar altos niveles de estrés en estos animales, haciendo que dispersen más virus a través de sus fluidos. La regla pareciera ser: a más perturbación de sus hábitats, mayor número de infecciones y enfermedades.
Un murciélago podría haber cambiado el mundo, aunque su historia no beneficie a su imagen. En nosotros está comprender el fenómeno, minimizar las causas y asumir las consecuencias.
(*) Biólogo, Maestro en Gerencia Ambiental y Doctor en Ingeniería Ambiental. Catedrático del Tecnológico de Monterrey y de la Red de Universidades Anáhuac. Fundador y Director General de Vitalis para las Américas.
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