Por Eduardo Ochoa Perales (*) @Ochope
En los últimos meses hemos visto crecer el uso de transportes “ecológicos”, denominados sostenibles, tales como bicicletas, patinetas eléctricas, motocicletas, y otros vehículos ambientalmente amigables. La razón principal, la Covid-19.
En el caso especifico de las bicicletas, su venta se ha disparado en todo el mundo, alcanzando hasta 5000%. Esto ha tomado por sorpresa a las diferentes empresas que las manufacturan, debido a que sus líneas de producción han estado paralizadas durante los meses de confinamiento, por lo que no han podido cubrir la creciente demanda.
En todo este proceso de cambio que estamos experimentando en los medios de movilización, la pandemia ocasionada por el nuevo Coronavirus juega un rol fundamental.
El miedo de la población a los medios de transporte masivos, donde las posibilidades de contagio son mayores, trajo como consecuencia que en países como España, la demanda de bicicletas tuviera un incremento de 260%. En ciudades como Barcelona, la autoridad municipal anunció que dará subvenciones directas para la compra de bicicletas o patinetes, con el objetivo de fomentar la movilidad sostenible y descongestionar el transporte público, en un momento en el que la distancia física sigue siendo necesaria.
Otro ejemplo de este fenómeno social ocurre en los Estados Unidos de Norteamérica, donde la bicicleta se ha convertido en un bien de transporte esencial. Los grandes almacenes como Walmart han visto sus inventarios
reducidos, convirtiéndose en la mayor cadena vendedora de este tipo de medio de transporte. El número de bicicletas vendidas fue más del 5.000% superior al de mediados de mayo de 2019.
Por su parte, Google informó que la búsqueda de rutas en bicicleta, a través de su plataforma Google Maps, experimentó un incremento récord de 69%.
América Latina no escapa a este boom. En ciudades como Bogotá, las ciclovías que recorren la ciudad ya presentaban un auge. La patineta eléctrica se incorporó desde hace meses al gran número de bicicletas que a diario recorren esta vía. No obstante, no todas la ciudad cuenta con áreas especialmente diseñadas para el uso de este medio de transporte, aunque 45 km nuevos de ciclovía temporales se sumaron a los 35 km adecuados inicialmente cuando empezaron las restricciones.
En Venezuela, la pandemia y el incremento del costo de la gasolina impulsaron que las tiendas de reparación de bicicletas se vieran desbordadas. Por ello también es común observar una gran cantidad de ciclistas en las calles, especialmente los que se encargan del sistema de venta de entregas a domicilio (delivery), pues muchos negocios de comida optaron por contratar a ciclistas para las entregas, en una ciudad donde las normas de tránsito no son respetadas.
Desafortunadamente, iniciativas como las implementadas por algunas alcaldías caraqueñas que promovían y prestaban bicicletas, se vinieron abajo por la ineficacia en la gestión pública. De haber persistido hoy serían muy buenas alternativas.
La crisis desatada por la pandemia y las posteriores restricciones de movilidad que los ciudadanos hemos sufrido, han propiciado un fenómeno social que por los momentos sigue en aumento. Mientras no se consiga una solución inmediata para el Covid-19, las personas se verán obligadas cambiar su forma de movilizarse.
Ojalá esta nueva cultura que apuesta a la movilización sostenible se mantenga, disminuyendo las emisiones contaminantes a la atmósfera, propiciando el ejercicio y descongestionando las vías de comunicación.
Los beneficios del transporte sostenible son muchos. Nuestra salud y la del planeta, lo necesitan.
(*) Licenciado en Administración. Líder Global de Gestión Integrada de Recursos Hídricos de Vitalis. Director Ejecutivo de Vitalis Venezuela. Presidente de la Asociación Venezolana para el Agua. https://www.linkedin.com/in/eduardo-ochoa-perales-81193a157/
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