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Pérdida de la Biodiversidad en Suramérica y sus implicaciones

(*) Zoila Rosa Martínez González

En términos muy generales y sencillos, la biodiversidad es la variedad de la vida. Este concepto incluye varios niveles de la organización biológica que van desde la diversidad de especies de plantas, animales, hongos y microorganismos que viven en un espacio determinado, hasta su variabilidad genética, considerando también los ecosistemas de los cuales forman parte y las regiones en donde se ubican los ecosistemas. También incluye los procesos ecológicos y evolutivos que se dan en todos estos niveles de organización dentro de la naturaleza.

En el caso de Suramérica, la biodiversidad es uno de sus principales patrimonios naturales que contiene esta región. De los 17 países megadiversos del Mundo, 5 están en Suramérica: Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Esta región alberga una enorme variedad de especies y ecosistemas únicos en el mundo. Sin embargo, su pérdida es una de las principales preocupaciones de la comunidad científica y de la sociedad en general, ya que sus implicaciones económicas y ecológicas pueden ser muy graves.

Las demandas asociadas a satisfacer necesidades y mejorar calidad de vida de la población son las principales responsables de la pérdida de la biodiversidad en América del Sur. Actividades como la deforestación, la expansión de la agricultura y la ganadería, la minería y la urbanización, afectan directamente a los ecosistemas; a esto se suma la caza furtiva, el comercio de especies y los incendios forestales.

Especial atención hay que prestar a los efectos del cambio climático sobre la diversidad de especies de esta zona. Se estima que entre el 25 y el 50% de ellas son endémicas, esto quiere decir que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, por lo que la posibilidad de adaptarse a modificaciones de su entorno es muy estrecha.

El uso de muchas de las especies presentes en esta región es fuente de ingresos para las poblaciones locales. Sin embargo, la explotación más allá de su capacidad de regeneración, entendida como la posibilidad de que las especies se recuperen naturalmente, provoca su pérdida, pudiendo llevarlas a la extinción. Esta situación, a la larga, se revierte contra la calidad de vida de las personas, ya que puede afectar la satisfacción de sus necesidades actuales y limitar el desarrollo de futuros usos, aún no descubiertos, en campos como la medicina, por ejemplo.

Finalmente, cabe señalar que todas las especies son esenciales para mantener el equilibrio ecológico dentro de los ecosistemas, por lo que la pérdida de cualquiera de ellas, afecta la funcionalidad dentro y entre los ecosistemas. Por ejemplo, el jaguar es uno de los principales depredadores de la cadena alimentaria de esta zona del mundo, por lo que la disminución de sus poblaciones o su desaparición podría afectar a las grupos de otras especies y desequilibrar la armonía natural.

La pérdida de biodiversidad en Suramérica es una de las mayores preocupaciones medioambientales y económicas de esta región. Por ello es necesario tomar medidas urgentes para protegerla en todos sus niveles. Un cambio en el modelo de desarrollo y de consumo de la sociedad, demandaría menos recursos, lo que conjuntamente con la incorporación de prácticas productivas que aseguren la sostenibilidad de los ecosistemas como la conservación de los hábitats naturales, el fomento de prácticas sostenibles en la agricultura y la ganadería, la  lucha contra la caza furtiva y la promoción del turismo sostenible en la región, garantizarían un futuro para la biodiversidad de Suramérica y para las generaciones venideras.

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(*) Bióloga, con más de 30 años de experiencia en el ámbito ambiental nacional e internacional. Actualmente Presidente de GWP Venezuela/AveAgua y Líder Global en Biodiversidad en Vitalis Iberoamérica. E-mail: zrmartinez@vitalis.net

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Fauna silvestre y sustentabilidad

Por Martín Correa-Viana (*)

La concepción del uso racional de los recursos bióticos guarda paralelismo con el albor de nuestros antepasados. Sin los conocimientos y técnicas actuales, de manera quizás intuitiva, Homo sapiens, durante el Paleolítico, aplicó pautas para recolectar especies vegetales, aprovechar organismos animales y preservar los hábitats asociados.

En 262 aC Azoca en la India, promulgó un edicto para proteger los bosques y animales montaraces. A lo largo del siglo XVIII, los leñadores alemanes mantuvieron un balance “sustentable” entre la tala y el cuidado de los árboles.

Durante los años 80 del siglo pasado, se introdujeron los términos biodiversidad (Walter G. Rosen, 1986) y Desarrollo Sustentable (Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, 1988), impulsando la internalización de una nueva visión para utilizar los recursos ambientales.

El concepto de biodiversidad cambió la perspectiva de valorar a los organismos vivos usando como criterio preferente su variedad. Se incorporó la variabilidad desde las variantes genéticas propias de la especie al conjunto de especies, géneros, familias y niveles taxonómicos superiores; para abarcar comunidades, ecosistemas, paisajes, componentes abióticos y las condiciones en las cuales viven los organismos.

El término Desarrollo Sustentable se propuso para disipar la ambigüedad entre desarrollo y crecimiento. Su objetivo es satisfacer las necesidades de la generación actual sin menoscabar el derecho de las futuras generaciones de acceder y utilizar los recursos para suplir sus propios requerimientos. Desde un enfoque bioecológico, la sustentabilidad se relaciona con la perennidad productiva de los sistemas biológicos, el funcionamiento de los ecosistemas, la continuidad espacial y temporal de los servicios que éstos prestan y el equilibrio dinámico entre las especies y los recursos de su entorno.

Nuestra subsistencia depende de la biodiversidad. En consecuencia, para diseñar un plan de desarrollo sustentable de la fauna silvestre se necesita información acerca de:

1. Amenazas,

2. Acciones para eliminar o minimizar esas amenazas,

3. Identificación y valoración del patrimonio zoocultural material e inmaterial y

4. Composición, estructura y función desde el nivel gen hasta el paisaje. Esto es: la heterósis, especies presentes, su riqueza y abundancia relativa, abundancia relativa de los ecosistemas, grado de conectividad y fragmentación de los hábitats, número de hábitats, ecología poblacional, polinización, ciclos de nutrimentos, perturbaciones naturales, entre otras.

En este sentido, un plan de desarrollo sustentable para la fauna silvestre contemplaría:

1. Análisis y redimensión de las políticas nacionales.

2. Revisión y adecuación de leyes para eliminar actividades ilegales y fiscalizar proyectos susceptibles de afectar negativamente a la fauna silvestre, regular la cacería consuntiva, ordenar la actividad cinegética y los zoocriaderos.

3. Elaboración y ejecución de planes estadales y municipales con participación de comunidades indígenas y locales.

4. Restauración y creación de áreas protegidas.

5. Establecimiento de centros de rescate y rehabilitación.

6. Fundación y fortalecimiento de estaciones biológicas y centros universitarios dedicados a la investigación.

7. Promulgación de normas para establecer y manejar reservas privadas de biodiversidad y estaciones biológicas en hatos y haciendas.

Resulta incuestionable que la humanidad tiene en la biodiversidad su tesoro más preciado y la fauna silvestre es uno de sus componentes inestimables.

En Vitalis hemos hecho un esfuerzo divulgativo para apoyar la conservación de especies de fauna silvestre con una campaña denominada “Tu Casa No es Su Casa” ¿Quieres saber de qué se trata? Escríbenos a info@vitalis.net.

También puedes revisar el artículo escrito por el Presidente de Vitalis sobre el comercio de fauna silvestre denominado “No seas cómplice de su extinción: Animales silvestres no son mascotas”

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*Biólogo, Master of Science y Doctor en Zoología Agrícola. Investigador del antiguo Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (MARNR) en Venezuela, Profesor titular, docente e investigador de la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (UNELLEZ).

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Biodiversidad en tiempos de pandemia: el día después

*Cecilia Gómez Miliani, Dra. @cecigomezmi

En el año 2010 History Channel emitió un documental denominado La Tierra sin Humanos en el que, gracias al trabajo de la tecnología y a la asesoría de ingenieros, botánicos, ecologistas, biólogos, geólogos, climatólogos y arqueólogos, se narra lo que sucedería si la raza humana desapareciera de la faz de la Tierra.

Durante estos últimos meses, cuando la pandemia por el Covid-19 nos ha llevado a limitar nuestra movilización y permanecer dentro de nuestros hogares, los medios de comunicación y las redes sociales han reportado como los jabalíes pasean por las calles de España o de Italia, los delfines se acercan a los puertos de Cerdeña, los peces se apropian de los canales de Venecia y los ciervos llegan a los parques públicos de Japón. En este punto vale la pena preguntarnos: ¿Realmente le estamos dando un respiro a la naturaleza? ¿Podremos ver lo que en parte nos mostró el documental de 2010?

Según la Organización Mundial de la Salud, los primeros casos de coronavirus (Covid-19) fueron reportados en diciembre de 2019, y no es sino hasta marzo de 2020 cuando este mismo organismo caracteriza al brote de este nuevo virus como una pandemia, término que significa que ésta es una enfermedad epidémica que se extiende simultáneamente por varias partes del mundo. A medida que el virus fue ganando terreno, los países fueron decretando cuarentenas para su población, unas más estrictas que otras. 

Desde que se reportaron los primeros casos hasta hoy, apenas han transcurrido 4 meses. Veamos algunos ejemplos que nos permiten revisar si este tiempo es suficiente para que el ambiente se recupere en forma natural:

  • Los elementos primarios de todo ecosistema son los organismos vegetales. Allí comienzan las llamadas cadenas alimenticias que son la base de las relaciones entre los entes vivos de un espacio geográfico determinado. Dependiendo del daño (tala, deforestación, incendio) un bosque puede tardar entre 10 y 100 años para restaurarse.
  • En el caso de la fauna silvestre el período de restablecimiento depende de la especie. Por poner un ejemplo, en México, la recuperación del lobo gris mexicano (Canis lupus baileyi) se ha tomado más de 20 años

Sumado a esto es importante señalar que aunque estamos “cautivos” en nuestros hogares, seguimos generando residuos sólidos, seguimos utilizando la electricidad que en muchos países proviene de plantas termoeléctricas, seguimos usando el agua y, por lo tanto, contaminándola… así que el descanso que le estamos dando a la Tierra es muy relativo.

La presencia de fauna silvestre en zonas urbanas tal vez puede deberse a que son especies cuyos espacios naturales hemos invadido y que, al no conseguir su sustento, lo buscan en nuestras calles y plazas, ahora desiertas. También cabe pensar que, tal vez, en nuestro cautiverio nos hemos vuelto más observadores, más atentos, y tenemos el tiempo para contemplar y escuchar las aves que siempre surcaron nuestro cielo pero que con nuestra vida agitada no habíamos percibido.

Ojalá que este tiempo sirva para entender la dimensión exacta y comprender la gran responsabilidad de nuestra presencia en este punto del Universo; que finalmente comprendamos que solo somos una pequeña parte de este gran ecosistema que se llama Tierra.


*Ingeniero de los Recursos Naturales Renovables, con Maestría en Gerencia Ambiental y Doctorado en Economía y Administración de Empresas. Docente Jubilada de la Universidad Ezequiel Zamora-Venezuela. Directora del Campus Virtual de Vitalis – cgomez@vitalis.net

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El murciélago que cambió al mundo (la otra parte de la pandemia).

Por Diego Díaz Martín, PhD. @DDiazMartin (*)

Evidencias científicas apuntan a que el murciélago grande de herradura chino (Rhinolophus ferrumequinum) podría ser el hospedador del SARS-CoV-2, un nuevo virus identificado por el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV, por sus siglas en inglés) como el agente infeccioso causante del COVID-19.

Los nefastos efectos de esta pandemia ya son conocidos en casi todo el mundo y tuvieron su inicio el 12 de diciembre de 2019 en Wuhan, China. Hoy en día, más de 177 países y territorios son testigos de sus impactos.

Casi dos décadas han servido para que investigadores de varios países, principalmente de China (incluyendo Hong Kong) y Estados Unidos, hayan alertado al mundo sobre la existencia de al menos treinta y nueve especies de virus causantes de Coronavirus, con efectos directos en los seres humanos y en algunos animales. Sin embargo, los precedentes de transmisiones virales desde murciélagos a los humanos, de nada han servido. La atención sobre el tema fue muy poca; hasta ahora.

A principios de este siglo, a un coronavirus le fue atribuida la causa del síndrome respiratorio severo, que infectó a más de ocho mil personas, de las cuales 10% murió. Posteriormente, otro virus transmitido por murciélagos fue clave en el desencadenamiento de otra enfermedad respiratoria similar, conocido en inglés como MERS (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente  en español). Aunque afectó a menos personas, su alta tasa de mortalidad rondaba el 30%, lo cual acabó con la vida de más de 850 seres humanos.

Los murciélagos, al igual que otros mamíferos, siempre han sido portadores de agentes que podrían ser perjudiciales para los humanos. Su resistencia a estos elementos infecciosos es muy alta, gracias a su sofisticado sistema inmunológico, por lo que casi nunca llegan a experimentar enfermedades asociadas a la presencia de estos virus. Por eso se les llaman hospedadores o reservorios, pues aunque no desarrollan la enfermedad, pueden albergar en sus fluidos y tejidos altas concentraciones del virus.

La convivencia de los virus en los murciélagos parece que siempre fue armónica, hasta que aparecimos los humanos invadiendo sus espacios y haciéndolos parte de la dieta de algunas culturas.

Expertos alegan que la transmisión del SARS-CoV-2 pudo ocurrir por el consumo directo de murciélagos de herradura chinos, tomando en cuenta los conocidos hábitos alimentarios del sur de China y su debilidad por especies silvestres. Sin embargo, también es sabido que estos mamíferos voladores pueden esparcir los virus a través del vuelo, especialmente por medio de sus heces, la saliva y la orina, y en algunos casos, a través de los contenidos estomacales que algunas veces regurgitan para alimentar a sus crías.

El rápido crecimiento de China y su cultura alimentaria, podrían estar detrás del incremento en el consumo e interacción con estos excepcionales mamíferos. La necesidad de proteína animal es creciente, cuéstele o que le cueste a la naturaleza.

En el mundo existen alrededor de 1300 especies de murciélagos, presentes en casi todo el planeta, con excepción de la Antártida. Su importancia ecológica y ecosistémica son indudables, pues participan en la polinización de las plantas, la dispersión de semillas y el control de plagas, entre otras funciones vitales.

Investigadores sugieren que la perturbación del hábitat de los murciélagos podría causar altos niveles de estrés en estos animales, haciendo que dispersen más virus a través de sus fluidos. La regla pareciera ser: a más perturbación de sus hábitats, mayor número de infecciones y enfermedades.

Un murciélago podría haber cambiado el mundo, aunque su historia no beneficie a su imagen. En nosotros está comprender el fenómeno, minimizar las causas y asumir las consecuencias.


(*) Biólogo, Maestro en Gerencia Ambiental y Doctor en Ingeniería Ambiental. Catedrático del Tecnológico de Monterrey y de la Red de Universidades Anáhuac. Fundador y Director General de Vitalis para las Américas.

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No seas cómplice de su extinción: ¡Animales silvestres no son mascotas!

Por Dr. Diego Díaz Martín / @DDiazMartin

Algunas regiones de América Latina se están convirtiendo en auténticos centros de expendio de animales silvestres, donde por sumas exorbitantes, se puede adquirir desde una ave multicolor, hasta una pereza o un araguato. El problema es tan grave, que semanalmente las autoridades reciben decenas de denuncias, y las clínicas veterinarias se llenan de pacientes enfermos, deshidratados y politraumatizados, compitiendo con los tradicionales perros y gatos en las consultas.

Niños y jóvenes son los más comunes en el ejercicio ilegal de esta actividad, que a escondidas o frente a las autoridades, pueden acabar con decenas de aves, mamíferos y reptiles en menos de un mes.

Lo que desconocen los compradores de estas mascotas, es que además que pueden ser penalizados, con su compra están acelerando la muerte del animal.

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Áreas verdes y desarrollo urbano: la necesidad de una relación armónica.

*Cecilia Gómez Miliani, Dra. @cecigomezmi

Muchas veces el término desarrollo urbano se relaciona con grandes edificios, avenidas, centros comerciales de última tecnología y zonas industriales, olvidando un componente fundamental: las áreas verdes.

Ubicado entre la ecología y la forestería, el establecimiento de áreas verdes urbanas es una práctica imprescindible que forma parte del entramado propuesto por el desarrollo urbano.

Podemos definirlas como los espacios ubicados dentro de las ciudades o en su periferia, en los que predominan las plantas –principalmente los árboles– y que pueden cumplir funciones de esparcimiento, recreación, ecológicas, de ornamentación, protección, recuperación y rehabilitación del entorno. Estas incluyen no solo los parques y plazas sino también las aceras y separadores viales, así como los jardines botánicos, en el caso de aquellas ciudades que tienen el privilegio de poseer uno.

Las áreas verdes cumplen múltiples papeles dentro de un espacio urbano: son importantes para el ornato de las ciudades, benefician al microclima y pueden reducir, en cierta medida, el nivel de algunos contaminantes presentes en el aire. Además son los espacios idóneos para que los ciudadanos puedan encontrarse entre ellos y con la naturaleza. La frecuencia de interacción social que se da entre las personas, al hacer uso de las áreas verdes, es un factor que refuerza el apego a la comunidad y entre sus residentes, lo que se traduce incluso en mejoras en el estado de la salud.

A pesar de todos estos beneficios el crecimiento desmedido y anárquico de las grandes ciudades propicia el uso de la mayor parte del territorio para satisfacer las demandas urbanas de la población, lo que reduce las áreas verdes a su mínima expresión.

Aunado a esto tenemos otros problemas relacionados con estos espacios como son: plantas sembradas en sitios inadecuados o en condiciones desfavorables para su desarrollo, el uso de especies de plantas exóticas, la falta de mantenimiento adecuado de las especies, lo que propicia el desarrollo de plantas parásitas, las podas indiscriminadas a veces convertidas en verdaderas mutilaciones, entre otras prácticas perjudiciales.

Son los gobiernos locales los encargados de velar por el buen estado de estos espacios. Para su manejo adecuado es necesario que estas instancias de decisión lleven a cabo, con la participación de la ciudadanía, inventarios del patrimonio botánico de sus áreas de influencia, desarrollen programas fitosanitarios acordes con las necesidades de las plantas existentes, cuenten con viveros para garantizar la reposición de las especies y tengan programas educativos que sensibilicen a la ciudadanía en torno a la importancia de las áreas verdes y la necesidad de conservarlas.


*Ingeniero de los Recursos Naturales Renovables, con Maestría en Gerencia Ambiental y Doctorado en Economía y Administración de Empresas. Docente Jubilada de la Universidad Ezequiel Zamora-Venezuela. Directora del Campus Virtual de Vitalis – cgomez@vitalis.net

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Jardines Botánicos y Biodiversidad

Dra. Cecilia Gómez Miliani (*), @Cecigomezmi

La biodiversidad o diversidad biológica viene expresada desde las diferencias genéticas que tienen los individuos que habitan la Tierra – que los hacen tener variadas alturas, diferentes colores de ojos o de flores, distintos tamaños de las colas – hasta la variabilidad que se presenta en los ecosistemas, que implica, no solo la sumatoria de los seres vivos que están en un espacio determinado sino también la de los factores físicos tales como suelo, temperatura, humedad, precipitación, radiación.

La biodiversidad también contempla la cultural. Esta se manifiesta en la variedad del lenguaje, de las prácticas religiosas, de la forma de manejo de la tierra, en el arte, la música, en la estructura social y en todos los atributos que puede tener la sociedad humana.

Si nos enfocamos sólo en la diversidad vegetal y revisamos los beneficios que de ella recibimos vemos que 20 mil especies de plantas son utilizadas como medicinas o como principios activos para su fabricación, 75% de los alimentos que consumimos y 80% de los productos que utilizamos (como por ejemplo madera para la construcción o fibras para la confección de vestidos) provienen de los vegetales, sin contar con los intangibles que nos brindan como la sombra, el oxígeno o el relax al contemplarlas.

A pesar de su importancia para la vida en nuestro planeta, 20% de las plantas están bajo amenaza de desaparecer y con ellas todos sus beneficios, algunos aún desconocidos. La tala y la quema indiscriminadas, el cambio climático y la ampliación desordenada de las fronteras agrícolas, generan presión sobre la cubierta vegetal trayendo consigo terribles consecuencias.

Para frenar esta situación se plantean dos alternativas: la conservación in situ, esto es el mantenimiento de las plantas en sus entornos naturales de origen, utilizando para ello el Sistema de Áreas Naturales Protegidas, y la conservación ex situ, donde las plantas se salvaguardan fuera de sus hábitats, a través de los bancos genéticos de campo, los bancos de semilla y los jardines botánicos.

Estos últimos son organizaciones llamadas a brindar una custodia protectora de las plantas de la región en donde se encuentran ubicados, enfocando su trabajo a:

  • Rescatar las especies amenazadas. Para ello deben desarrollar inventarios que permitan conocer el estatus de las plantas que están en su zona de influencia.
  • Proveer material para la reintroducción, con el fin de mantener el equilibrio en los ecosistemas naturales.
  • Producir material para desarrollar investigaciones.
  • Reducir la presión sobre las especies de plantas silvestres, evitando su extracción de los espacios naturales donde se desarrollan.
  • Disponer de material para la educación y la recreación, fomentando el interés por la vida de las plantas.

Debemos dejar de ver a los jardines botánicos como espacios destinados a los expertos, a los científicos, a los investigadores; su papel en la concienciación acerca de la importancia de las plantas para la vida en la Tierra es fundamental. Son los lugares ideales para mostrarnos las maravillas de la naturaleza sin salir de nuestros espacios urbanos.


*Ingeniero de los Recursos Naturales Renovables, con Maestría en Gerencia Ambiental y Doctorado en Economía y Administración de Empresas. Docente Jubilada de la Universidad Ezequiel Zamora-Venezuela. Directora del Campus Virtual de Vitalis – cgomez@vitalis.net

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Los colores alados del cielo caraqueño

Por Imarú Lameda-Camacaro, MSc. (*) @imaruladema

Los psitácidos son la familia de aves a las que pertenecen los loros y guacamayas, así como pericos y cotorras; en dicha familia, morfológicamente, los individuos se caracterizan por presentar el pico en forma curveada, la mandíbula superior con una movilidad leve que se empalma con el cráneo. En general, son animales reconocidos por su plumaje vistoso y colorido.

Caracas, capital de Venezuela, ubicada en la zona centro – norte del país, a 15 km de la costa del Mar Caribe, se sitúa en un valle montañoso con una altitud de 900 msnm. Entre sus emblemas naturales, el más característico es el Parque Nacional Waraira – Repano, conocido como cerro Ávila. Dicho pulmón vegetal  acompaña la urbe capitalina y sirve de escenario y hábitat de 15 especies de psitácidos que hacen vida en el valle de Caracas.

Los caraqueños al levantarse a las 5:30am en algunas zonas de la ciudad suelen escuchar los sonidos y bullicios de las aves. Entre los más característicos se encuentran los loros y guacamayas, quienes sobrevuelan el cielo caraqueño al salir u ocultarse del sol.

De las capitales del mundo, Caracas destaca por albergar la mayor cantidad de psitácidos con la presencia de 15 especies, incluyendo al Perico Acollarado, una especie introducida que se reproduce dentro del Parque del Este. La ciudad tiene siete especies de pericos y periquitos, cuatro de guacamayas, dos de loros y dos de cotorras.

En el cielo caraqueño suele observarse de manera recurrente, bandadas de guacamayas como la Azul y Amarillo (Ara arauna), Guacamaya Roja (Ara chlopterus) y Guacamaya Bandera (Ara macao), asi como la Guacamaya Maracana (Ara severus).

De esta interacción seres humanos – fauna silvestre, las guacamayas se han acercado a balcones de edificios, encontrando alimento y hasta refugio.

El lado poco conocido de alimentar así a estas aves, así como sociabilizar con las guacamayas silvestres, es  su vulnerabilidad como especies sujetas al tráfico y comercio ilegal, dada su vistosidad y colorido plumaje.

Caracas ha sido un sitio escogido por estos psitácidos para establecerse, adaptándose a las condiciones que le ofrecen parques urbanos, áreas naturales, zonas boscosas y un arboretum que se ha mantenido siendo referencia de biodiversidad urbana, ya que los árboles sirven de espacios para reproducirse, descansar, realizar nidos (chaguaramos), así como alimentarse cuando se trata de especies de arboles frutales.

Una reflexión a los caraqueños es ¿desean seguir observando guacamayas en la ciudad? De ser afirmativa su respuesta, se sugiere evitar el contacto directo con ellas al suministrarles alimento, desarrollar reforestaciones urbanas con especies forestales que sean hábitats para los psitácidos así como otras especies de aves; campañas de comunicación e información sobre la importancia de la vida silvestre, así como concienciar a la importancia de áreas verdes en la ciudades y del resto de los recursos naturales.

Si estas o visitas la ciudad de Caracas, mira arriba y ve el color que resalta en el cielo, son esos seres alados que nos conectan con el trópico. Conservarlas, es tarea de todos.

 

Lic. M.Sc. Coordinadora de Proyectos, Vitalis Venezuela, ilameda@vitalis.net

 

 

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