Industria, innovación e infraestructura. Una vista al ODS 9

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Warehouse workers checking inventory and consulting each other about organization and distribution of goods.

Empleos decentes en un ambiente de crecimiento sostenido.

(*) Por Trino Márquez Cegarra

El desarrollo sostenible implica aspectos tanto ambientales como económicos y sociales. No resulta posible que las generaciones actuales aprovechen los recursos naturales y garanticen su transferencia a las generaciones futuras, sin que exista -tal como lo indica la ONU- un crecimiento económico inclusivo y sostenido, que impulse el progreso equitativo, genere empleos decentes y productivos para todos, y haga posible mejorar la calidad de vida.

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) destaca el ODS 8, referido al Trabajo Decente y el Crecimiento Económico, cuyas principales metas incluyen aumentar los niveles de productividad y la innovación tecnológica, fomentar las iniciativas empresariales, crear empleos y aplicar medidas eficientes para eliminar el trabajo forzoso, la esclavitud y el tráfico humano.

En un contexto mundial tan complejo como el actual, lograr las metas del ODS 8 para 2030 representa un reto muy exigente para todos los actores políticos y sociales. Las diferencias socioeconómicas entre los países se han ensanchado como consecuencia de la pandemia provocada por el coronavirus. Esta enfermedad se extendió con rapidez en un mundo caracterizado por enormes y crecientes desequilibrios entre las sociedades ricas y las pobres. Ese contraste se ha evidenciado en el desigual ritmo de vacunación.

Esa enfermedad impactó la economía de América Latina de una forma más grave que a otras regiones del planeta. El deterioro económico se refleja en el incremento del sector informal en la mayor parte de los países. Ese segmento incorpora un tipo de ocupación que agrega poco valor, con baja productividad y salarios reducidos. Economías relativamente prósperas como las de México, Colombia, Brasil, Perú o Chile, han sido sacudidas por la caída del PIB global y per cápita. En otras naciones con problemas seculares -como las de Centro América, Venezuela o Ecuador- se han profundizado los déficits.

En la década actual, el gran desafío del continente -si pretende resolver sus dificultades de forma permanente- es crecer a tasas sostenidas que permitan al menos duplicar el aumento vegetativo de la población. Como parte de esa meta, las sociedades –fundamentalmente el sector privado- deben incrementar el empleo estable, sostenible, productivo y bien remunerado –empleos de calidad, según la Oficina Internacional del Trabajo (OIT)- en aquellos campos donde los países cuentan con mayores ventajas comparativas y competitivas. En el mundo globalizado, los capitales productivos se dirigen hacia las sociedades que aprovechan al máximo esas condiciones.

Esos énfasis deben acompañarse de mejoras en los sistemas tributarios, que permitan elevar la inversión en salud, educación y seguridad social, especialmente para capacitar la fuerza laboral en áreas tecnológicas y científicas; el diseño de marcos legales que respeten los derechos de propiedad, incluida la propiedad intelectual, estimulen y protejan la innovación y la creatividad, reduzcan la intervención del Estado y delimiten las competencias del sector público, con el fin de eliminar la discrecionalidad de los gobiernos.

Se requieren políticas financieras que conviertan a la región en un polo de atracción. La interdependencia y globalización continua del planeta determinan que los estímulos fiscales sean una herramienta muy poderosa para captar inversiones generadoras de empleo. Dentro de este marco, y por las características socioeconómicas del continente –baja capacidad de acumular capitales, uso de tecnologías con poca inversión-, las políticas y alicientes especiales para las pequeñas y medianas empresas resulta fundamental. En este campo tiende a concentrarse la mayor cantidad de emprendimientos y de empleos.

Las elevadas cuotas de desempleo abierto y encubierto, y los bajos niveles de capitalización de las industrias, convierten los altos salarios en una meta muy difícil de alcanzar. De allí que, junto a la generación permanente de puestos de trabajo, resulta prioritario mantener la inflación bajo control, de modo que haya un crecimiento continuo del salario real y de la capacidad de ahorro, logros imposibles de obtener en economías inflacionarias.

Dentro de una política integral de desarrollo, habría que mejorar el consumo eficiente de los recursos naturales y la energía. Promover el empleo para mujeres y personas discapacitadas. Fomentar la capacitación y el empleo en la población joven. Promover el turismo sostenible y establecer convenios que favorezcan el comercio a escala continental.

Las economías suelen a reaccionar velozmente a los incentivos y a la seguridad jurídica. El indicador que más rápido tiende a responder es el empleo.

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(*) Trino Márquez Cegarra. Sociólogo. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor Titular Universidad Central de Venezuela. Expresidente de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) en Venezuela.

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El reto del ODS 7: Acceso universal a la energía

(*) Juan Carlos Sánchez Martínez

El propósito principal del ODS 7 es lograr, para 2030, el acceso universal a la energía, el cual es un servicio fundamental para el desarrollo. No cualquier forma de energía, sino aquella a la que todos puedan acceder, que sea segura, moderna y además sostenible. Estos condicionantes hacen que este objetivo resulte bastante ambicioso, pero si consideramos que todos los países que se han desarrollado
comenzaron por impulsar la educación y dotarse de un sistema de salud eficaz, entendemos claramente la importancia del ODS 7. Sin energía no puede haber educación, ni salud.

De aquí a 2030, las metas del ODS 7 son:
7.1 Garantizar el acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos.
7.2 Aumentar considerablemente la proporción de energía renovable en el conjunto de fuentes energéticas.
7.3 Duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética.
7.4.a Aumentar la cooperación internacional para facilitar el acceso a la investigación y la tecnología relativas a la energía limpia, incluidas las fuentes renovables, la eficiencia energética y las tecnologías avanzadas y menos contaminantes de combustibles fósiles, y promover la inversión en infraestructura energética y tecnologías limpias
7.4.b Ampliar la infraestructura y mejorar la tecnología para prestar servicios energéticos modernos y sostenibles para todos en los países en desarrollo.

Las brechas existentes para alcanzar la primera meta son bastante grandes: actualmente alrededor de 800 millones de personas carecen de electricidad, principalmente en áreas rurales pobres. En 2010 eran 1.200 millones. Ha habido un avance, pero al ritmo actual de electrificación el acceso universal difícilmente se podrá cumplir en 2030, y la electricidad solo representa 20% del consumo global de energía. El 80% restante es el consumo de combustibles para transporte, calefacción, cocción de alimentos, etc. El acceso a combustibles y tecnologías limpias y seguras para disfrutar de estos servicios también avanza con lentitud en muchos países.

Las metas 7.2 y 7.3 buscan impulsar la transición energética, consistente en reemplazar los combustibles fósiles por fuentes renovables y aumentar la eficiencia energética, para mitigar el cambio climático. Estas son condiciones difíciles de cumplir para 2030. Es cierto que muchos países están interesados en
las fuentes de energía limpias, como la eólica, solar, etc. No obstante, las estadísticas muestran que el consumo de combustibles fósiles en el mundo no está disminuyendo. Lo que está pasando es que las fuentes renovables de energía se están añadiendo a las existentes, pero no se está produciendo un reemplazo significativo de unas por otras.

La razón es que no es fácil, porque las infraestructuras que utilizan los combustibles fósiles tienen una vida útil muy larga: las plantas termoeléctricas, oleoductos, refinerías, equipos pesados de la
industria siderúrgica y petroquímica, duran 60, 70 años o más y no existe la intención de reemplazar estas infraestructuras hasta que cumplan su vida útil. Igual ocurre con los vehículos que, aunque duran menos, el tamaño del parque automotor mundial, unos 1.400 millones de vehículos, hace que su sustitución por
vehículos eléctricos necesite más tiempo.

Las metas 7.4.a y b ofrecen las pautas para alcanzar el cumplimiento del ODS 7 al enfatizar la cooperación internacional y facilitar el acceso a la tecnología, lo cual es de radical importancia para los países en desarrollo. Es mucho lo que está por hacerse y la mayor responsabilidad recae en los gobiernos y las empresas, por estar a cargo de la planificación y gerencia de la energía, pero también en los
consumidores.

Los gobiernos deben establecer políticas energéticas concretas que faciliten cumplir el ODS 7 y en particular propiciar alianzas público-privadas con ONG, universidades, sector público y empresas para realizar proyectos que den acceso a la energía a las poblaciones rurales. A las empresas les corresponde llevar a la práctica medidas de inversión en fuentes renovables, adopción de pautas de eficiencia, ahorro y consumo racional en fábricas y edificios, y el control del uso de la energía en la distribución de sus productos y servicios.

Los consumidores son responsables de evitar el despilfarro y hacer un uso racional. Quizás el ODS 7 no se alcance en 2030, pero no debe haber duda en que es absolutamente necesario avanzar en esa dirección. Solo así se podrán mejorar las condiciones de vida de miles de millones de personas que aún carecen de servicios energéticos.

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(*) Juan Carlos Sánchez. Ingeniero Industrial y Docteur-Ingénieur de l’Institut National des Sciences Appliquées, Toulouse, Francia. Coganador del Premio Nobel de la Paz 2007 por su contribución en el
Panel de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas. (Venezuela-Italia).

Boy washing his hands to lessen the chance of COVID-19

Agua potable y saneamiento: Los planteamientos del ODS 6

(*) Por Carlos Hiroo Saito

El ODS 6 – Agua potable y saneamiento, tiene como objetivo garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos. La propia designación de este ODS 6 (consagrado en las metas 6.1 a 6.4) subraya la preocupación de las Naciones Unidas por el acceso al agua potable y al saneamiento de calidad.

Es importante recordar que esta preocupación por el acceso al agua potable de calidad y al saneamiento básico ya existía en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2000-2015), que precedieron a los ODS, y que tenían como meta reducir a la mitad la proporción de la población sin acceso al agua potable y al saneamiento básico. Este compromiso fue considerado por muchos como poco ambicioso e insuficiente (reducir a la mitad la desigualdad en el acceso), lo que llevó a establecer el objetivo de acceso universal al agua potable y al saneamiento básico para los ODS.

En relación con este compromiso, el Informe 2021 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU muestra avances entre 2015 y 2020, con un aumento de la proporción de la población mundial con acceso a servicios de agua potable del 70,2% al 74,3%. El mismo informe lamenta que, a pesar de los avances, en 2020 todavía quedarán 2.000 millones de personas en el mundo sin agua potable gestionada de forma segura.

Además de estos 4 primeros objetivos, el ODS 6 sigue ocupándose de la aplicación de la gestión integrada de los recursos hídricos a todos los niveles, incluso mediante la cooperación transfronteriza, y de la protección y restauración de los ecosistemas relacionados con el agua (montañas, bosques, humedales, ríos, acuíferos y lagos).

Por lo tanto, este ODS es más amplio que el agua potable y el saneamiento, y se inspira en el concepto de seguridad del agua aportado por ONU-Agua en 2013, que corresponde a la capacidad de una población de: garantizar el acceso sostenible a cantidades adecuadas de agua de calidad aceptable para mantener los medios de vida, el bienestar humano y el desarrollo socioeconómico; garantizar la protección contra la contaminación y los desastres relacionados con el agua; y preservar los ecosistemas, en un clima de paz y estabilidad política.

Si tenemos en cuenta la meta 6.6 (protección y restauración de los ecosistemas relacionados con el agua), el mismo informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2021 de la ONU informa de que, entre 1970 y 2015, los humedales continentales por sí solos y los de la zona costera y marina, en su conjunto, sufrieron una reducción de alrededor del 35 %.

El hecho de que este ritmo de pérdida sea tres veces mayor que el de la pérdida de bosques muestra la gravedad del problema que hay que afrontar, lo que hace que el escenario de la crisis del agua sea dramático. Por ello, debemos prestar atención a otros compromisos y agendas globales relacionadas, como los Decenios Internacionales establecidos por la ONU: el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), y el Decenio Internacional para la Acción: el Agua para el Desarrollo Sostenible (2018-2028), ambos actualmente en vigor y que se solapan con la Agenda 2030.

También es importante examinar más detenidamente el objetivo 6.5. La gestión integrada de los recursos hídricos se ha debatido en todo el mundo durante mucho tiempo, y los ODS también han establecido metas de apoyo como la ampliación de la cooperación internacional y el apoyo al desarrollo de capacidades para mejorar la gestión del agua y el saneamiento, incluyendo la captación de agua, la desalinización, la eficiencia en el uso del agua, el tratamiento de aguas residuales, las tecnologías de reciclaje y reutilización, o incluso el fomento y el fortalecimiento de la participación de las comunidades locales en la gestión del agua.

Todo el tema del ODS 6 es complejo y está interrelacionado con otros ODS. Por ello, la Asociación Mundial del Agua (GWP), por ejemplo, al valorar y actuar sobre el ODS 6, considera que es sólo la puerta de entrada para abordar también los demás ODS. Es necesario abordar la protección de los ecosistemas terrestres para proteger los manantiales; es necesario afrontar el cambio climático para proteger también los recursos hídricos. Es necesario hacer una gestión compartida de las aguas fronterizas y transfronterizas, pero no se pueden olvidar las responsabilidades históricas de cuestionar los límites fronterizos, porque sin un acuerdo sobre los límites fronterizos, no hay manera de gestionar las aguas en estas fronteras.

Por último, es importante recordar que el momento actual de la pandemia no ha hecho más que revelar la importancia del agua potable y del saneamiento básico para hacer frente al covid-19: ¿cómo pensar en la higiene personal y en las medidas de prevención, como el lavado de manos, si no hay agua en las casas? Y no basta con tener una tubería para la distribución del agua; es necesario que el agua llegue con suficiente presión, y de forma regular, a diario, durante todo el día. Las rutas y el suministro intermitente sólo representan otra cara de la desigualdad social en el acceso al agua y al saneamiento básico como derecho humano. Defender el agua y sus ecosistemas, luchar por el agua para todos, es también luchar por la justicia social.

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(*) Carlos Hiroo Saito. Licenciado en Ciencias Biológicas y Análisis de Sistemas de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil. Magister en Educación por la Universidad Federal Fluminense y Doctor en Geografía por la Universidad Federal de Río de Janeiro, con énfasis en Geoprocesamiento. Actualmente Presidente de Global Water Partnership-Sudamérica. (GWP-Sam)

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