Por Lic. Adriana Reyes Ortega (*) @adrianareyeso
Ciudades que no duermen, procesos productivos cada día más complejos y una constante búsqueda por lograr la utilización más eficiente de los recursos disponibles, son características de la mayoría de las sociedades modernas: estructuras que no paran, que se esmeran en prolongar sus jornadas laborales al máximo, que lloran, que rugen.
La dinámica actual de las ciudades, nos ha dejado como consecuencia que el sonido con el que despertamos, no sea ya el trino de un pájaro, sino el motor de un camión o los golpes provocados por los albañiles de una obra cercana.
El ruido es ese sonido molesto, inoportuno para quien lo escucha y que puede llegar a causar daño, por su intensidad o por exposición recurrente. Es provocado por la mayoría de las actividades humanas, pero la industria es sin duda, la principal generadora, ocasionando un problema que, durante mucho tiempo, estuvo callado sin llamar la atención de autoridades y reguladores.
Las iniciativas de México, guiadas por las mejores prácticas internacionales, se centran en dos puntos vitales para la atención de éste problema: Normatividad y Tecnología. Mediante la creación de normas se determinan los límites permisibles de ruido y las medidas necesarias para proteger al receptor del mismo. Mientras que, a través de la tecnología, se construyen alternativas que mitigan el ruido desde tres perspectivas: el emisor, el receptor y todo aquello que se puede colocar entre ambos para que el efecto del sonido molesto, se disipe.
Para controlar el ruido desde la fuente que lo emite, se han diseñado silenciadores acústicos y aislantes que absorben las ondas del sonido, saliendo al exterior con menor intensidad. Por otro lado, para proteger al receptor, la tecnología ofrece tapones para los oídos, orejeras y cascos que bloquean el canal auditivo y con ello, el ruido llega a ser imperceptible. Asimismo, para impedir que el ruido llegue del emisor al receptor, se han creado materiales absorbentes y barreras acústicas y en casos de ruido extremo, se destinan zonas de aislamiento o casetas sonoamortiguadas para mitigarlo.
La normatividad y el desarrollo tecnológico, respaldados por su correcta implementación, tratan de contener los efectos adversos que provoca el ruido a la población. Ambos, representan sólo sutiles silenciadores ante la demencia del mundo actual, en donde el único objetivo es obtener más beneficios y poder, sin escuchar las quejas de una sociedad que grita.
(*) Licenciada en Administración Financiera, con 12 años de experiencia profesional en Bancos nacionales y extranjeros. Especialista en Financiamiento a MIPYMES para Mitigación de Cambio Climático.