jardin botánico

Jardines botánicos de Venezuela en la mira

(*) Por Cecilia Gómez Miliani

Los jardines botánicos de Venezuela son ricos en biodiversidad, ya que albergan una amplia variedad de especies vegetales algunas de ellas únicas en el mundo. Sin embargo, a pesar de su invaluable riqueza natural, se encuentran bajo amenaza constante y una vez más, están en la mira.

Los jardines botánicos son espacios diseñados para cumplir la función fundamental de salvaguardar las especies vegetales de una región en forma de colecciones de plantas, lo que se denomina conservación ex situ, esto es fuera de sus ambientes naturales. También pueden preservar internamente espacios inalteradosdonde las plantas continúan con su desarrollo y evolución, contribuyendo así a la conservación in situ, esto es en su lugar de origen.

A la función de conservación deben sumarse las actividades de investigación, educación y recreación que buscan acercar el mundo vegetal a la gente. Estas cuatro funciones deben ejercerse equilibradamente, manteniendo como eje central a las plantas.

Además de preservar el patrimonio natural vegetal, los jardines botánicos son espacios dentro de nuestras ciudades que conectan a los ciudadanos con la naturaleza. Probablemente representan una de las únicas oportunidades para los habitantes urbanos de visitar una zona natural o seminatural situada en su región.

Según el último registro oficial llevado a cabo por la Red Nacional de Jardines Botánicos de Venezuela, constituida en 2005, en el territorio nacional existen 16 jardines botánicos ubicados en diversas regiones del país. Algunas de estas organizaciones están plenamente establecidas y otras están en desarrollo o en proyecto.

Aunque han pasado casi 20 años de ese estudio, distintos especialistas aseguran que, actualmente, la mayoría de los jardines botánicos en Venezuela están luchando por mantener sus colecciones de plantas e infraestructuras de apoyo. El contexto actual que vive el país, que no establece como prioritarias las labores de conservación de la biodiversidad, la falta de presupuesto o la presión para destinar sus espacios a otras actividades más “atractivas”, han hecho difícil que los jardines botánicos venezolanos sigan cumpliendo con sus funciones.

Las colecciones de plantas han sido atacadas por plagas, malezas e incendios, y, en algunos casos reportados recientemente, las áreas naturales internas han sido arrasadas por maquinaria pesada lo que ha causado pérdidas irreparables en el corto plazo. En algunos de ellos la infraestructura de apoyo está desmantelada y solo unos pocos profesionales mantienen la mística de conservar, a duras penas, el patrimonio vegetal que durante años se mantuvo dentro de estos espacios.

En este sentido es importante destacar que la consolidación de las colecciones de plantas, que son el eje primordial de un jardín botánico, puede llevarse más de ocho años; su desaparición por decisiones desacertadas es cuestión de meses.

Los esfuerzos emprendidos por los jardines botánicos hacia la conservación de las especies de plantas implican un compromiso y un trabajo a largo plazo, por lo que la continuidad de su labor debe ser considerada prioritaria. Los aportes a la seguridad alimentaria, a la protección que brindan al acervo natural y al patrimonio vegetal del país son elementos determinantes para considerar a los jardines botánicos como espacios de interés nacional.

Los ciudadanos somos la voz de la conciencia colectiva: debemos conocer, valorar y defender a nuestros jardines botánicos. A su vez, las instituciones públicas deben ser garantes de su integridad por la importante función que cumplen, asegurando su sostenibilidad a largo plazo.

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(*) Ingeniero de los Recursos Naturales Renovables, Magister en Gerencia Ambiental, Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales. Especialista en Jardines Botánicos. Directora de Vitalis Academy

Beautiful architecture building flower dome garden and greenhous

Jardines botánicos: más allá de lugares para la ciencia y la conservación

(*) Por Cecilia Gómez Miliani

Cada segundo viernes del mes de octubre se celebra el Día Mundial de los Jardines Botánicos. Es un día dedicado a recordar la importancia y valor que tienen estas organizaciones no solo para la conservación e investigación sobre las especies de la flora local sino también para acercar ese conocimiento a la gente.

Los jardines botánicos ofrecen oportunidades únicas para informar y educar a un público muy variado. Se estima que los jardines botánicos y arboretos del mundo  reciben aproximadamente 150 millones  de visitantes al año, lo que destaca la importancia de su existencia en las ciudades. Estos espacios a veces serán los lugares que los ciudadanos tendrán más cerca para poderse adentrar en un espacio seminatural. De allí su valor dentro de las ciudades.

La diferencia fundamental entre los jardines botánicos y otras áreas verdes urbanas radica en sus colecciones de plantas. Las plazas y parques urbanos contienen especies de plantas organizadas en forma estética o arquitectónica. Para los jardines botánicos lo importante es mantener exhibiciones de colecciones de plantas vivas con acceso al público, agrupadas siguiendo un criterio que facilite no solo su estudio sino también que muestre a los visitantes elementos que despierten interés. Estas colecciones deben estar debidamente registradas de manera que se permita hacer un seguimiento al comportamiento de las especies fuera de su hábitat natural. Los registros de plantas junto con los herbarios son la fuente principal de las investigaciones dentro de los jardines botánicos.

Los cuatro propósitos fundamentales que tienen estas organizaciones y que deben llevarse a cabo en forma conjunta para que sus resultados sean realmente efectivos son:

  • Conservación de las especies de plantas de una región, especialmente las que tienen algún grado de amenaza, las endémicas o las de interés económico.
  • Investigación sobre esas plantas en cuanto a usos, distribución, grado de conservación.
  • Educación, a todos los niveles, en todas sus formas y dirigida a todos los públicos.
  • Recreación, como lugares para el esparcimiento, el relax y la contemplación.

La información generada por las actividades de conservación y manejo de especies debe ser conocida tanto por los visitantes como por la comunidad donde se encuentra el jardín botánico. Por otra parte, el potencial educativo de las colecciones de plantas es infinito, razón por la cuál incorporar las visitas a los jardines botánicos locales es una experiencia que no debe ser dejada de lado.

Potenciar el interés de las personas por la vida vegetal y despertar el deseo de colaborar con las acciones que se emprendan dentro de los jardines botánicos serán parte importante de su gestión. Este es uno de los retos fundamentales de los jardines botánicos hoy.

Si quieres comprender la importancia de los jardines botánicos como espacios naturales urbanos útiles para establecer una conexión entre los ciudadanos y el ambiente te invitamos a inscribirte en nuestro curso “Jardines botánicos y ciudadanía ¿cómo involucrarnos?” escribiendo un correo a cursosvirtuales@vitalis.net

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(*) Ingeniero de los Recursos Naturales Renovables, Magister en Gerencia Ambiental y Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales. Líder Global de Contenidos Digitales y Directora del Campus Virtual de Vitalis. Contacto: https://www.linkedin.com/in/cecilia-g%C3%B3mez-miliani-4311644a/

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Economía Circular: un enfoque transformador en la Unión Europea y América Latina

(*) Por Nieves Dácil Hernández Lorenzo

La economía circular, un concepto que desafía y emerge como respuesta al paradigma de producción y consumo lineal, se soporta en la innovación y la sostenibilidad para contribuir a alcanzar los desafíos ambientales y económicos que enfrentamos en la actualidad. Con raíces en la visión “de la cuna a la cuna” propuesta por William McDonough y Michael Braungart en los años 90, la economía circular ha evolucionado para abordar de manera integral los ciclos de vida de los productos y la gestión de recursos.

Este nuevo modelo ha ganado prominencia en la última década, busca alejarse del tradicional modelo de “usar y desechar” para promover prácticas que prioricen la reutilización, la reparación y el reciclaje de materiales. Su esencia se ancla en la optimización de los recursos y en la reducción de la huella ambiental. Este enfoque busca minimizar el desperdicio, redefinir el valor de los productos a lo largo de su ciclo de vida, e impulsar un cambio en los actuales esquemas de consumo imperantes en la sociedad.

La Unión Europea (UE), ha tomado un papel de liderazgo en la adopción de la economía circular. Desde 2015, con un ambicioso “Plan de Acción de Economía Circular”, en el que establecen una serie de objetivos clave, como el aumento de la tasa de reciclaje, la reducción del desperdicio de alimentos y la promoción del ecodiseño y la innovación. Se ha seguido avanzando en el mejoramiento de los instrumentos legales en materia medioambiental dentro de los Estados miembros que, entre otros aspectos, incentivan el diseño de productos más duraderos, fácilmente reparables y elaborados con materias primas reciclables y reutilizables.

El compromiso de la UE con la economía circular también se refleja en su inversión en investigación y desarrollo. Programas como “Horizonte Europa”, marco de investigación e innovación (I+I) para el período 2021 -2027, han canalizado fondos hacia proyectos que abordan desafíos específicos de la economía circular, como la gestión de residuos electrónicos y la optimización de cadenas de suministro circulares.

Mirando hacia América Latina (AL), región que enfrenta desafíos ambientales y sociales que determinan la búsqueda de nuevos modelos de desarrollo, también se han venido adoptado medidas en el marco de la economía circular. En Costa Rica, por ejemplo, se cuenta con una Estrategia Nacional de Economía Circular enmarcada en los compromisos nacionales ante el Acuerdo de París y la Agenda 2030, orientada hacia la neutralidad en carbono al 2050. Brasil, por su parte, ha emprendido iniciativas para promover la economía del reciclaje y la reutilización de materiales, apuntalando los procesos de producción sostenibles que incrementen la competitividad de sus empresas.

Si bien dentro de América Latina existen diferencias significativas en cuanto al avance del modelo circular, podemos generalizar que está en las etapas iniciales, y que en la región se reconoce la necesidad de reducir la dependencia de los recursos finitos y mejorar la resiliencia de sus economías. Esto les permite sumarse al compromiso y crecimiento de la economía circular en el mundo.  

Tanto la UE como AL enfrentan desafíos sustanciales en su búsqueda de la economía circular. Uno de los retos es la concienciación y educación. La transición requiere un cambio cultural en la forma en que producimos, consumimos y desechamos. La educación y la divulgación son esenciales para que las personas comprendan sus beneficios y se comprometan con ella.

La infraestructura es otro desafío compartido. Demanda sistemas de recolección, reciclaje y reutilización eficientes. La inversión en infraestructura y la colaboración público-privada son fundamentales para facilitar la transición.

Los incentivos económicos también juegan un papel crucial. Tanto la UE como AL deben establecer políticas que estimulen la inversión en tecnologías y prácticas circulares. Reconocer y recompensar a las empresas y consumidores que adoptan enfoques más sostenibles puede catalizar el cambio.

Si bien los desafíos persisten, la voluntad política, la inversión en investigación y desarrollo, y la educación continua son las herramientas clave para superarlos. La economía circular da respuesta a los problemas actuales e impulsa la transición hacia un futuro más sostenible y equitativo.

Sobre el tema de economía circular puedes consultar también este otro artículo en nuestro blog (pulsa aquí)

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(*) Ingeniero de los Recursos Naturales Renovables. Experta en gestión de proyectos, desarrollo sostenible y medio ambiente. Líder Global de Vinculación y Sostenibilidad de Vitalis. Contacto: https://www.linkedin.com/in/nievesdacilhernandez/

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Inteligencia Artificial: Aliada Invisible del Desarrollo Sostenible.

Por Diego Díaz Martín (*)

En un mundo donde la conservación ambiental y el desarrollo sostenible se vuelven cada vez más urgentes, la inteligencia artificial (IA) emerge como una poderosa herramienta para abordar estos desafíos.

La inteligencia artificial es un campo de la informática que se enfoca en desarrollar sistemas y programas capaces de realizar tareas que requieren de inteligencia humana. Se trata de enseñar a las máquinas a aprender, razonar y tomar decisiones por sí mismas, utilizando algoritmos y datos.

La IA se utiliza con mucho éxito en una amplia gama de sectores y ámbitos, como medicina y salud, automatización y robótica, finanzas, comercio y marketing.

En materia ambiental, la combinación de la capacidad de procesamiento de datos y los algoritmos avanzados de la IA ofrece nuevas oportunidades para comprender y abordar los desafíos del desarrollo sostenible, de manera más eficiente y efectiva.  De manera general, ofrece un gran potencial para la optimización de la gestión de los recursos naturales.

Con su capacidad para analizar grandes cantidades de datos y tomar decisiones basadas en ellos, la IA puede impulsar soluciones innovadoras y estrategias de acción efectivas, contribuyendo a un futuro más equilibrado y sostenible para nuestro planeta y las generaciones venideras.

En materia de vida silvestre, la IA puede ayudar a identificar y rastrear especies en peligro de extinción mediante el análisis de imágenes y sonidos. Los algoritmos de reconocimiento de patrones y conductas, pueden detectar e identificar especies, lo que facilita el monitoreo de su estado de conservación y la implementación de medidas adecuadas de protección.

Asimismo, la IA puede ayudar a optimizar el uso de recursos naturales, como el agua y la energía. También puede contribuir con el monitoreo de la producción de residuos, a través de sistemas inteligentes de gestión. Al analizar grandes cantidades de datos en tiempo real, permite identificar patrones, prediciendo demandas y tomando decisiones más eficientes para minimizar el impacto ambiental negativo de las actividades humanas.

De igual forma, la IA puede ayudar a predecir y responder de manera más efectiva a los desastres naturales, como huracanes, inundaciones e incendios forestales. Mediante el análisis de datos históricos y en tiempo real, los sistemas de IA pueden alertar sobre posibles eventos, mejorar la planificación de emergencias y facilitar la toma de decisiones para proteger vidas y minimizar los daños derivados del cambio climático.

La IA puede ser un aliado invaluable en la conservación ambiental y el desarrollo sustentable, sin embargo, para aprovecharla al máximo, es fundamental comprender que se requiere una combinación de datos de alta calidad, algoritmos efectivos y la colaboración entre científicos, conservacionistas y expertos.

La recopilación y etiquetado preciso de datos ambientales, la formación de modelos de IA específicos para problemas de conservación y el análisis y aplicación de resultados de IA en decisiones y acciones concretas, son aspectos clave para maximizar el potencial de la IA en la protección de nuestros ecosistemas y la promoción de la sostenibilidad.

Como aliada invisible del desarrollo sostenible, la IA podría contribuir a lograr un impacto significativo en la conservación del planeta al proporcionar herramientas y soluciones innovadoras que nos permitan abordar, analizar y resolver algunos de sus principales desafíos ambientales.

(*) Fundador y Director General de Vitalis. Académico universitario de la Red Universidades Anáhuac en México. Contacto: www.linkedin.com/in/ddiazmartin

Arbol 2

Ciudades sin arboles: la mutilación verde

(*) Por Cecilia Gómez Miliani

Los árboles son una de las formas más antiguas y fundamentales de vida en nuestro planeta. Han existido por millones de años y han sido una parte importante de los ecosistemas terrestres. Incorporados como parte del paisaje urbano, conforman las denominadas áreas verdes, las cuales son esenciales para la calidad de vida de los ciudadanos.

Existe una amplia gama de beneficios ecológicos, sociales y económicos que brindan los árboles dentro de las ciudades:

  • Son esenciales para la salud y el bienestar de las personas, existiendo estudios que han demostrado que los espacios con árboles pueden reducir el estrés, mejorar la salud mental y fomentar la actividad física.
  • Pueden aumentar el valor de las propiedades cercanas y atraer a turistas y visitantes.
  • Proporcionan hábitat y alimento para muchas otras especies, lo que aumenta la biodiversidad urbana.
  • Pueden ayudar a mitigar los efectos del cambio climático al absorber el dióxido de carbono y otros contaminantes del aire.
  • Contribuyen a regular la temperatura al proporcionar sombra y aumentar los niveles de humedad del aire.

A pesar de todos estos beneficios, en los últimos años la poda severa y la mutilación de árboles se han convertido en prácticas comunes dentro de nuestras ciudades. Estas acciones pueden dañar seriamente a las especies y también al ecosistema urbano.

La poda incorrecta puede afectar la salud del árbol y su capacidad para crecer y desarrollarse adecuadamente. La mutilación, que implica la eliminación de grandes cantidades de ramas o del tronco del árbol, puede debilitarlo y hacerlo más susceptible a enfermedades y plagas, lo que a la larga acarrearía problemas adicionales pues pueden hacerse más propensos a caerse y causar daños a las propiedades aledañas o provocar lesiones a las personas.

Hacer que la sociedad comprenda la importancia de la conservación de los árboles, y evite su mutilación o poda severa es una tarea fundamental en nuestros días. Para ello la educación, concienciación y sensibilización son la clave.

En este sentido, las comunidades pueden trabajar juntas para identificar los árboles más importantes dentro de sus áreas de influencia y crear un plan de conservación para protegerlos. Los gobiernos pueden establecer regulaciones y políticas que limiten la mutilación de los árboles y promuevan su poda adecuada. Las empresas de mantenimiento del cableado aéreo de electricidad, telefonía y otros servicios, deben entrenar a su personal para que puedan hacer un trabajo que no afecte a los árboles.

De esta manera autoridades, empresas y sociedad en general tomarán parte de las acciones y medidas para proteger el arbolado urbano y promoverán su gestión sostenible. Esto es esencial para garantizar su supervivencia y preservar así su papel fundamental para la biodiversidad urbana, garantizando que puedan seguir siendo una parte importante de las ciudades del futuro y de nuestro patrimonio natural.

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(*) Ingeniero de los Recursos Naturales Renovables, Magister en Gerencia Ambiental y Doctora en Economía y Administración de Empresas. Directora del Campus Virtual de Vitalis. Correo electrónico: cgomez@vitalis.net

Beautiful and endangered american jaguar in the nature habitat.

Pérdida de la Biodiversidad en Suramérica y sus implicaciones

(*) Zoila Rosa Martínez González

En términos muy generales y sencillos, la biodiversidad es la variedad de la vida. Este concepto incluye varios niveles de la organización biológica que van desde la diversidad de especies de plantas, animales, hongos y microorganismos que viven en un espacio determinado, hasta su variabilidad genética, considerando también los ecosistemas de los cuales forman parte y las regiones en donde se ubican los ecosistemas. También incluye los procesos ecológicos y evolutivos que se dan en todos estos niveles de organización dentro de la naturaleza.

En el caso de Suramérica, la biodiversidad es uno de sus principales patrimonios naturales que contiene esta región. De los 17 países megadiversos del Mundo, 5 están en Suramérica: Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Esta región alberga una enorme variedad de especies y ecosistemas únicos en el mundo. Sin embargo, su pérdida es una de las principales preocupaciones de la comunidad científica y de la sociedad en general, ya que sus implicaciones económicas y ecológicas pueden ser muy graves.

Las demandas asociadas a satisfacer necesidades y mejorar calidad de vida de la población son las principales responsables de la pérdida de la biodiversidad en América del Sur. Actividades como la deforestación, la expansión de la agricultura y la ganadería, la minería y la urbanización, afectan directamente a los ecosistemas; a esto se suma la caza furtiva, el comercio de especies y los incendios forestales.

Especial atención hay que prestar a los efectos del cambio climático sobre la diversidad de especies de esta zona. Se estima que entre el 25 y el 50% de ellas son endémicas, esto quiere decir que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, por lo que la posibilidad de adaptarse a modificaciones de su entorno es muy estrecha.

El uso de muchas de las especies presentes en esta región es fuente de ingresos para las poblaciones locales. Sin embargo, la explotación más allá de su capacidad de regeneración, entendida como la posibilidad de que las especies se recuperen naturalmente, provoca su pérdida, pudiendo llevarlas a la extinción. Esta situación, a la larga, se revierte contra la calidad de vida de las personas, ya que puede afectar la satisfacción de sus necesidades actuales y limitar el desarrollo de futuros usos, aún no descubiertos, en campos como la medicina, por ejemplo.

Finalmente, cabe señalar que todas las especies son esenciales para mantener el equilibrio ecológico dentro de los ecosistemas, por lo que la pérdida de cualquiera de ellas, afecta la funcionalidad dentro y entre los ecosistemas. Por ejemplo, el jaguar es uno de los principales depredadores de la cadena alimentaria de esta zona del mundo, por lo que la disminución de sus poblaciones o su desaparición podría afectar a las grupos de otras especies y desequilibrar la armonía natural.

La pérdida de biodiversidad en Suramérica es una de las mayores preocupaciones medioambientales y económicas de esta región. Por ello es necesario tomar medidas urgentes para protegerla en todos sus niveles. Un cambio en el modelo de desarrollo y de consumo de la sociedad, demandaría menos recursos, lo que conjuntamente con la incorporación de prácticas productivas que aseguren la sostenibilidad de los ecosistemas como la conservación de los hábitats naturales, el fomento de prácticas sostenibles en la agricultura y la ganadería, la  lucha contra la caza furtiva y la promoción del turismo sostenible en la región, garantizarían un futuro para la biodiversidad de Suramérica y para las generaciones venideras.

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(*) Bióloga, con más de 30 años de experiencia en el ámbito ambiental nacional e internacional. Actualmente Presidente de GWP Venezuela/AveAgua y Líder Global en Biodiversidad en Vitalis Iberoamérica. E-mail: zrmartinez@vitalis.net

Blog Vitalis Impacto ambiental

Una vida con menor impacto Ambiental

(*) Greta Colina

Cada acto que realizamos en nuestro diario vivir genera impactos en el planeta y por ende sobre las personas. Comenzar una vida con menor impacto ambiental requiere entender que nuestras acciones se originan a partir de tomar decisiones que precisan ser más conscientes con aquello que queremos ver en el mundo, que conecten con un planeta que nos necesita y reclama nuestro mejor comportamiento.

La permanencia de la pandemia ha despertado en muchos de nosotros la necesidad de evaluar nuestros patrones de consumo de recursos con los que estamos agotando las reservas naturales. El sobreconsumo es tan alarmante que globalmente se estima que más de 12 millones de toneladas de plásticos van a parar a los océanos con una afectación de 1300 especies marinas. Como sociedad debemos comprometernos a informarnos, educarnos y motivarnos a incorporar hábitos más sanos y sostenibles.

Un primer paso, eso es lo requerido.  Tomar la decisión y accionar dejando a un lado metodologías y estrategias que muchas veces dificultan el camino y desvían nuestros propósitos.  Comenzar el viaje por una ruta más verde es posible siempre y cuando depositemos nuestra mirada en noticias alentadoras y positivas, aquellas que podemos aplaudir, y de la cuales podemos ser parte, porque nos inspiran y facilitan nuestra decisión.

Contribuir con acciones ambientalmente positivas no solo repercutirá en nuestro bienestar integral, sino también fomentará el crear espacios, comunidades, ciudades verdes y sostenibles. Cada vez son más las oportunidades a las que podemos sumarnos y que nos acercan a nuestro propósito inicial:

  • Leer las etiquetas de los productos que adquirimos
  • Consumir alimentos de temporada
  • Comprar productos de limpieza e higiene orgánicos
  • Movilizarnos conscientemente, usando medios de transporte masivo, como el tren, por ejemplo, caminar, usar la bici.
  • Separar, limpiar, clasificar aluminio, plásticos, vidrio, telas, libros, ropa, juguetes, papel, y todo aquello que sabemos sirve a otros y que entra en la cultura de las R: regalo, reciclo, retorno, reuso, reutilizo, retorno.

Los mercaditos urbanos o locales nos permiten consumir los productos regionales, siendo de alto valor por las buenas prácticas ambientales incorporadas en sus procesos, y, al mismo tiempo se fortalecen la economía circular y el comercio justo.

Tenemos la oportunidad de compostar en casa, de separar los residuos y desechos y, con mucho éxito, depositarlos de manera correcta en los puntos verdes o gestionarlos a través de emprendimientos socio ambientales que brinden esta posibilidad. A esta cadena de beneficios podemos incorporar los pequeños comercios que nos permiten comprar por refill optimizando el uso de envases de vidrio y que nos ayudan a minimizar compras de productos que vienen en  empaques de un solo uso.

Esta generosidad se hace cada vez mayor y nos posibilita cuidar[nos] nuestros recursos de manera consciente con cada pequeña acción.  Y si, si es posible siempre y cuando se tome la decisión de comenzar: una vez que lo hacemos, no hay vuelta atrás. La suma de hábitos comienza a ser parte de uno mismo, de nuestro bienestar, de nuestra vida, de lo que somos y proyectamos.

Son tiempos de asumir nuestro papel en la sociedad, en el mundo entero, y de mostrar  con hechos que, somos capaces de garantizar un mundo ambientalmente sano y equilibrado para las futuras generaciones, que nuestra acción individual representa un impacto global y,  que sin bien somos una gota en el océano ¡esa gota tiene todo el contenido del mar!

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(*) Licenciada en Educación Integral mención Ciencias Sociales, con estudios de Investigación de la Educación y Especialización en Gestión Ambiental Empresarial. Colaboradora de Vitalis en Panamá.

Declaración Estocolmo Derecho Ambiental

Medio siglo de la Declaración de Estocolmo

(*) Por Alberto Blanco-Uribe Quintero

Recientemente, a raíz de la Resolución 48/13 del 8 de octubre de 2021, adoptada durante el 48° periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, ha habido una algarabía de parte de muchos que, en todo el mundo, afirman que “¡por fin!” la ONU ha reconocido “por primera vez”, el derecho humano al ambiente.

En efecto, su punto 1 “Reconoce el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible como un derecho humano importante para el disfrute de los derechos humanos”.

En realidad, se trata de un documento internacional de suma importancia, a tomar en cuenta en la defensa jurídica del ambiente, particularmente como derecho humano y en el marco de los principios de progresividad y de interdependencia de los derechos humanos, y de no regresividad en las medidas de protección y gestión sostenible del ambiente.

Sin embargo, desluce sostener que sea ésta la primera vez que la ONU hace este trascendente reconocimiento, puesto que en el pasado no sólo ha habido numerosos textos internacionales del sistema onusiano que van en esa línea, sino que tal reconocimiento explícito ya se había producido hace hoy 50 años, ¡medio siglo!

En efecto, con ocasión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, de junio de 1972, nada menos que la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de Estocolmo, documento que sin duda y con justicia puede reclamar para sí los laureles de haber sido la primera vez que este reconocimiento se producía. Según su principio 1: “El hombre tiene el derecho fundamental … al disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar, y tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras”.

Y con honestidad la Resolucion 48/13 la reafirma, asi como también  una selección de textos precedentes, dentro de los que destacan la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992), que no menciona este derecho, pero refiere su contenido esencial integrado a su vez por los derechos a la información, a la participación ciudadana y de acceso a la justicia en materia ambiental; la Agenda 2030 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015), que deja claro el deber intergeneracional de protección del goce efectivo de este derecho.

Además, no debemos olvidar la Resolución 19/10 (2012), del Relator Especial sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente, ni el Convenio de Aarhus (1998) y el Acuerdo de Escazú (2018), ambos sobre información, participación y justicia en materia ambiental.

Pero el protagonismo pertence sin suda a Estocolmo, la verdadera primera vez, a partir de la cual todas las Constituciones del mundo comenzaron de una u otra forma a reconocer el derecho al ambiente.

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(*) Abogado, conferencista internacional, consultor en derechos ambientales y culturales, Coordinador del Observatorio Iberoamericano de Derecho Ambiental, Patrimonio Cultural y Paisaje de la Asociación Juristas de Iberoamérica. Colaborador de Vitalis. https://www.linkedin.com/in/alberto-blanco-uribe-b004329/

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