Ciudades sin arboles: la mutilación verde

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Beautiful and endangered american jaguar in the nature habitat.

Pérdida de la Biodiversidad en Suramérica y sus implicaciones

(*) Zoila Rosa Martínez González

En términos muy generales y sencillos, la biodiversidad es la variedad de la vida. Este concepto incluye varios niveles de la organización biológica que van desde la diversidad de especies de plantas, animales, hongos y microorganismos que viven en un espacio determinado, hasta su variabilidad genética, considerando también los ecosistemas de los cuales forman parte y las regiones en donde se ubican los ecosistemas. También incluye los procesos ecológicos y evolutivos que se dan en todos estos niveles de organización dentro de la naturaleza.

En el caso de Suramérica, la biodiversidad es uno de sus principales patrimonios naturales que contiene esta región. De los 17 países megadiversos del Mundo, 5 están en Suramérica: Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Esta región alberga una enorme variedad de especies y ecosistemas únicos en el mundo. Sin embargo, su pérdida es una de las principales preocupaciones de la comunidad científica y de la sociedad en general, ya que sus implicaciones económicas y ecológicas pueden ser muy graves.

Las demandas asociadas a satisfacer necesidades y mejorar calidad de vida de la población son las principales responsables de la pérdida de la biodiversidad en América del Sur. Actividades como la deforestación, la expansión de la agricultura y la ganadería, la minería y la urbanización, afectan directamente a los ecosistemas; a esto se suma la caza furtiva, el comercio de especies y los incendios forestales.

Especial atención hay que prestar a los efectos del cambio climático sobre la diversidad de especies de esta zona. Se estima que entre el 25 y el 50% de ellas son endémicas, esto quiere decir que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, por lo que la posibilidad de adaptarse a modificaciones de su entorno es muy estrecha.

El uso de muchas de las especies presentes en esta región es fuente de ingresos para las poblaciones locales. Sin embargo, la explotación más allá de su capacidad de regeneración, entendida como la posibilidad de que las especies se recuperen naturalmente, provoca su pérdida, pudiendo llevarlas a la extinción. Esta situación, a la larga, se revierte contra la calidad de vida de las personas, ya que puede afectar la satisfacción de sus necesidades actuales y limitar el desarrollo de futuros usos, aún no descubiertos, en campos como la medicina, por ejemplo.

Finalmente, cabe señalar que todas las especies son esenciales para mantener el equilibrio ecológico dentro de los ecosistemas, por lo que la pérdida de cualquiera de ellas, afecta la funcionalidad dentro y entre los ecosistemas. Por ejemplo, el jaguar es uno de los principales depredadores de la cadena alimentaria de esta zona del mundo, por lo que la disminución de sus poblaciones o su desaparición podría afectar a las grupos de otras especies y desequilibrar la armonía natural.

La pérdida de biodiversidad en Suramérica es una de las mayores preocupaciones medioambientales y económicas de esta región. Por ello es necesario tomar medidas urgentes para protegerla en todos sus niveles. Un cambio en el modelo de desarrollo y de consumo de la sociedad, demandaría menos recursos, lo que conjuntamente con la incorporación de prácticas productivas que aseguren la sostenibilidad de los ecosistemas como la conservación de los hábitats naturales, el fomento de prácticas sostenibles en la agricultura y la ganadería, la  lucha contra la caza furtiva y la promoción del turismo sostenible en la región, garantizarían un futuro para la biodiversidad de Suramérica y para las generaciones venideras.

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(*) Bióloga, con más de 30 años de experiencia en el ámbito ambiental nacional e internacional. Actualmente Presidente de GWP Venezuela/AveAgua y Líder Global en Biodiversidad en Vitalis Iberoamérica. E-mail: zrmartinez@vitalis.net

Blog Vitalis Impacto ambiental

Una vida con menor impacto Ambiental

(*) Greta Colina

Cada acto que realizamos en nuestro diario vivir genera impactos en el planeta y por ende sobre las personas. Comenzar una vida con menor impacto ambiental requiere entender que nuestras acciones se originan a partir de tomar decisiones que precisan ser más conscientes con aquello que queremos ver en el mundo, que conecten con un planeta que nos necesita y reclama nuestro mejor comportamiento.

La permanencia de la pandemia ha despertado en muchos de nosotros la necesidad de evaluar nuestros patrones de consumo de recursos con los que estamos agotando las reservas naturales. El sobreconsumo es tan alarmante que globalmente se estima que más de 12 millones de toneladas de plásticos van a parar a los océanos con una afectación de 1300 especies marinas. Como sociedad debemos comprometernos a informarnos, educarnos y motivarnos a incorporar hábitos más sanos y sostenibles.

Un primer paso, eso es lo requerido.  Tomar la decisión y accionar dejando a un lado metodologías y estrategias que muchas veces dificultan el camino y desvían nuestros propósitos.  Comenzar el viaje por una ruta más verde es posible siempre y cuando depositemos nuestra mirada en noticias alentadoras y positivas, aquellas que podemos aplaudir, y de la cuales podemos ser parte, porque nos inspiran y facilitan nuestra decisión.

Contribuir con acciones ambientalmente positivas no solo repercutirá en nuestro bienestar integral, sino también fomentará el crear espacios, comunidades, ciudades verdes y sostenibles. Cada vez son más las oportunidades a las que podemos sumarnos y que nos acercan a nuestro propósito inicial:

  • Leer las etiquetas de los productos que adquirimos
  • Consumir alimentos de temporada
  • Comprar productos de limpieza e higiene orgánicos
  • Movilizarnos conscientemente, usando medios de transporte masivo, como el tren, por ejemplo, caminar, usar la bici.
  • Separar, limpiar, clasificar aluminio, plásticos, vidrio, telas, libros, ropa, juguetes, papel, y todo aquello que sabemos sirve a otros y que entra en la cultura de las R: regalo, reciclo, retorno, reuso, reutilizo, retorno.

Los mercaditos urbanos o locales nos permiten consumir los productos regionales, siendo de alto valor por las buenas prácticas ambientales incorporadas en sus procesos, y, al mismo tiempo se fortalecen la economía circular y el comercio justo.

Tenemos la oportunidad de compostar en casa, de separar los residuos y desechos y, con mucho éxito, depositarlos de manera correcta en los puntos verdes o gestionarlos a través de emprendimientos socio ambientales que brinden esta posibilidad. A esta cadena de beneficios podemos incorporar los pequeños comercios que nos permiten comprar por refill optimizando el uso de envases de vidrio y que nos ayudan a minimizar compras de productos que vienen en  empaques de un solo uso.

Esta generosidad se hace cada vez mayor y nos posibilita cuidar[nos] nuestros recursos de manera consciente con cada pequeña acción.  Y si, si es posible siempre y cuando se tome la decisión de comenzar: una vez que lo hacemos, no hay vuelta atrás. La suma de hábitos comienza a ser parte de uno mismo, de nuestro bienestar, de nuestra vida, de lo que somos y proyectamos.

Son tiempos de asumir nuestro papel en la sociedad, en el mundo entero, y de mostrar  con hechos que, somos capaces de garantizar un mundo ambientalmente sano y equilibrado para las futuras generaciones, que nuestra acción individual representa un impacto global y,  que sin bien somos una gota en el océano ¡esa gota tiene todo el contenido del mar!

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(*) Licenciada en Educación Integral mención Ciencias Sociales, con estudios de Investigación de la Educación y Especialización en Gestión Ambiental Empresarial. Colaboradora de Vitalis en Panamá.

Declaración Estocolmo Derecho Ambiental

Medio siglo de la Declaración de Estocolmo

(*) Por Alberto Blanco-Uribe Quintero

Recientemente, a raíz de la Resolución 48/13 del 8 de octubre de 2021, adoptada durante el 48° periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, ha habido una algarabía de parte de muchos que, en todo el mundo, afirman que “¡por fin!” la ONU ha reconocido “por primera vez”, el derecho humano al ambiente.

En efecto, su punto 1 “Reconoce el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible como un derecho humano importante para el disfrute de los derechos humanos”.

En realidad, se trata de un documento internacional de suma importancia, a tomar en cuenta en la defensa jurídica del ambiente, particularmente como derecho humano y en el marco de los principios de progresividad y de interdependencia de los derechos humanos, y de no regresividad en las medidas de protección y gestión sostenible del ambiente.

Sin embargo, desluce sostener que sea ésta la primera vez que la ONU hace este trascendente reconocimiento, puesto que en el pasado no sólo ha habido numerosos textos internacionales del sistema onusiano que van en esa línea, sino que tal reconocimiento explícito ya se había producido hace hoy 50 años, ¡medio siglo!

En efecto, con ocasión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, de junio de 1972, nada menos que la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de Estocolmo, documento que sin duda y con justicia puede reclamar para sí los laureles de haber sido la primera vez que este reconocimiento se producía. Según su principio 1: “El hombre tiene el derecho fundamental … al disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar, y tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras”.

Y con honestidad la Resolucion 48/13 la reafirma, asi como también  una selección de textos precedentes, dentro de los que destacan la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992), que no menciona este derecho, pero refiere su contenido esencial integrado a su vez por los derechos a la información, a la participación ciudadana y de acceso a la justicia en materia ambiental; la Agenda 2030 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015), que deja claro el deber intergeneracional de protección del goce efectivo de este derecho.

Además, no debemos olvidar la Resolución 19/10 (2012), del Relator Especial sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente, ni el Convenio de Aarhus (1998) y el Acuerdo de Escazú (2018), ambos sobre información, participación y justicia en materia ambiental.

Pero el protagonismo pertence sin suda a Estocolmo, la verdadera primera vez, a partir de la cual todas las Constituciones del mundo comenzaron de una u otra forma a reconocer el derecho al ambiente.

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(*) Abogado, conferencista internacional, consultor en derechos ambientales y culturales, Coordinador del Observatorio Iberoamericano de Derecho Ambiental, Patrimonio Cultural y Paisaje de la Asociación Juristas de Iberoamérica. Colaborador de Vitalis. https://www.linkedin.com/in/alberto-blanco-uribe-b004329/

Biodiesel en Venezuela - Vitalis ONG Blog

¿Llegó la hora del biodiesel para Venezuela?

(*) Antonio José González-Fernández

La capacidad de las refinerías venezolanas para producir gasolina y otras sustancias derivadas de hidrocarburos ha disminuido durante los últimos años. Como consecuencia de este hecho, los consumidores se enfrentan a un mercado signado por una oferta muy limitada, altos precios y dificultades para el transporte y distribución de la energía fósil.

La situación afecta a toda la población, pero en particular es un gran problema para los productores agrícolas, quienes requieren significativos volúmenes de diésel (gasoil o gasóleo) para operar sus tractores, bombas de riego, cosechadoras, generadores de electricidad y camiones. Además de los elevados costos que invierten para su adquisición, la mala calidad del gasoil está dañando con creciente frecuencia las máquinas, las cuales deben detenerse para reparar y mantener sus sistemas de combustible (tanques, conductos, bombas, inyectores e incluso, válvulas y cilindros).

El inventor del motor y del combustible conocidos como diésel fue el ingeniero alemán Rudolf Diesel (1858~1913). El motor diésel fue patentado en 1894. El ingeniero Diesel utilizaba aceite de maní para impulsar sus primeros motores, él siempre fue un propulsor del uso de aceites vegetales en estos motores. Sin embargo, la industria automotriz y la industria petrolera se encargaron de difundir estos motores usando el combustible conocido como gasóleo o gasoil, derivado del petróleo. En sus últimos años, el Ing. Diesel fue un férreo defensor y promotor del uso como combustible de los aceites obtenidos de semillas. Son muy célebres sus frases en 1912: “El uso de aceites vegetales como combustible para motores quizá parezca insignificante hoy, pero con el curso del tiempo esos aceites serán tan importantes como son hoy los productos del petróleo y del carbón… La fuerza motriz aún se podrá producir a partir de la luz del sol que siempre está disponible, incluso cuando las reservas naturales de petróleo y carbón se hayan agotado completamente”. Además de ser un notable ingeniero, Rudolf Diesel fue también sin duda un gran visionario.

Aunque el uso de biocombustibles empezó a tomar auge en el mundo a partir de la década de los 80, es en los motores diésel donde los biocombustibles tienen mejores posibilidades porque pueden sustituir totalmente el uso del combustible derivado del petróleo. Hoy día se utiliza el nombre Biodiésel para identificar el combustible renovable obtenido a partir del proceso químico conocido como la “transesterificación metílica” de grasas vegetales y hasta de animales.

La situación de escasez, carestía y mala calidad del combustible diésel, han cambiado la realidad de Venezuela con graves consecuencias sobre la producción agrícola. En definitiva, ha llegado el momento de impulsar la producción de biodiésel en las fincas agrícolas, al menos con fines de autoabastecimiento para sus maquinarias. El biodiésel, es una alternativa cada día más necesaria, urgente e importante… Es posible y es conveniente, tanto para la economía de los sistemas de producción (fincas), como para el ambiente de todos.

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(*) Docente universitario. Zootecnista, con Maestría en Manejo de Fauna Silvestre y Doctorado en Zoología Agrícola. Colaborador de Vitalis en Venezuela

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Acuerdo de Escazú: una necesidad inveterada

El Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, firmado el 4 de marzo de 2018, en Costa Rica, conocido como el “Acuerdo de Escazú”, es el primer instrumento en contener disposiciones específicas sobre defensores ambientales, protección de los bienes naturales tutelados y la participación ciudadana en asuntos públicos, todos relacionados al ambiente con un enfoque en derechos humanos.

Reciclar mujer

Venezuela no cuenta con políticas, ni estadísticas oficiales, ni metas para incentivar el reciclaje

  • Cada 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje
  • Muchos son los beneficios ambientales y socioeconómicos que trae consigo el reciclaje
  • Reciclar es importante, pero no es la única solución al problema de la basura
  • Capacidad de las empresas recicladoras están muy por debajo de la generación actual en Venezuela
  • Menos del 15% de la basura que se produce diariamente en Venezuela es reciclada.
  • Reducción de la generación y fomento del reuso, deberían complementar las acciones de reciclaje.
  • Reutilizar no es reciclar, pues existen diferencias fundamentales.
  • Al menos 250 mil empleos directos pudieran crearse en Venezuela con el reciclaje
leer en playa

Tiempo libre y ocio en provecho del ambiente

Por Alberto Blanco-Uribe Quintero (*)

La Declaración de Estocolmo de 1972 reconoció el derecho al ambiente. Subsiguientes actividades de Naciones Unidas, hasta los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Agenda 2030), han dejado claro el deber intergeneracional de gestión racional y protección de éste derecho, en beneficio de la vida.

El avance de los derechos humanos sobre el derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad o auto determinación que la persona puede concebir en sí y de sí misma, en todos sus ámbitos, sin injerencias que perturben su dignidad, ha propiciado nuevos derechos. Entre ellos destacan el tiempo libre y el ocio, especialmente en interdependencia con otros como la protección de la vida privada, la salud, la calidad de vida, la creación cultural y la libertad asociativa.

Pero cuando se oye hablar de ocio la gente responde con una mueca de desaprobación, por entenderlo como inutilidad y pérdida de tiempo, lo cual es un prejuicio, pues tiene un carácter provechoso (Declaración Universal de los Derechos Humanos, UNESCO, Asociación Mundial del Ocio y la Recreación – WLRA). El ocio es una actividad positiva y enriquecedora, ligada al bienestar emocional.

Tal prejuicio se originó en la era industrial, Siglo XIX. La consigna del momento era producir al máximo, siendo lo único loable trabajar (“Ser alguien productivo”). El tiempo libre era visto como algo negativo. Salvo que ello se justificara en la necesidad de descansar, recuperarse para ser “productivo”. Incluso se acuñó aquello de que “el ocio es el padre de todos los vicios”.

Afortunadamente los diccionarios, además de acepciones prejuiciadas, nos muestran que el ocio es una actividad autotélica: divertirse mediando un hacer, a través del cual se desarrolla el ingenio y la creatividad, contando con tiempo para ello, gracias al hecho de estar libres de las ocupaciones habituales, y con resultado provechoso. Fuera de trabajar y descansar, se tiene la necesidad de alcanzar otros cometidos útiles para sí y para la sociedad.

Es solo en el ocio donde permitimos que emerjan facetas humanas que no están sujetas al imperativo de la producción y que hacen, con diversión, brotar el ingenio y la creatividad. “El ocio es el padre de todas las virtudes”. Un gran ocioso fue Leonardo Da Vinci. La sociedad debe fomentar el ocio.

Dentro del tiempo libre hay ocupaciones autoimpuestas, como el voluntariado tipo membresía en ONGs ambientalistas, que de suyo es participación solidaria en pro del ambiente (limpieza de playas, reforestación, sensibilización, formación); y las de ocio: diversión, ingenio, creatividad, utilidad, que no son trabajo, no implican remuneración ni obligación (huertos caseros, compost, reciclaje y reutilización, reparación, investigación y redacción de artículos como éste, preparación y dictado de cursos, escritura de textos, realización de videos…). El ocio podría desembocar en una obra literaria, pictórica, fórmula química, una mejor tecnología, un emprendimiento, un juego ecológico, etc.

Seamos voluntarios ambientalistas y también ociosos del ambiente: divirtámonos y retemos nuestro ingenio creativo.

¿Te gustó este artículo? Te invitamos a revisar este otro, relacionado con el tema, sobre “Tradiciones Populares y Educación Ambiental: Los Juegos“. Si deseas aprender herramientas didácticas creativas para aprovechar el tiempo libre visita nuestra oferta de cursos en línea aquí

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(*) Abogado, profesor universitario, asesor, consultor y litigante en materia de Derecho Constitucional, Derechos Humanos, Derecho Ambiental, Derecho Administrativo y Derecho Tributario. Colaborador de Vitalis. https://www.linkedin.com/in/alberto-blanco-uribe-b004329/

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Ambiente, Planificación y Bases Fundamentales

Por Eduardo García (*)

En Venezuela existe un marco legal ambiental pionero en el continente con instituciones que sirvieron de referencia a muchos países para el establecimiento de su orden ambiental. Contamos con un soporte legal ambiental desde la Constitución Nacional hasta numerosas leyes y decretos que han servido en su momento para establecer los marcos técnicos y las mejores prácticas en muchos proyectos.

Lo anterior contrasta con lo que el ciudadano común puede ver en su día a día a lo largo del territorio nacional; sobreexplotación de recursos, mala calidad de vida por deficiencia de servicios, afectaciones diversas al ambiente que van en incremento, impunidad ante el daño ambiental, ausencia de políticas efectivas, uso de propaganda ambiental sin ningún tipo de resultados, falta de compromisos en el logro de metas ambientales y abundancia de proyectos realizados de manera expedita con la finalidad de satisfacer una necesidad a corto plazo o un compromiso político.

La cacería de proyectos de alto impacto económico de los últimos años en Venezuela por parte de empresas internacionales, gobiernos y políticos, desató la ejecución de obras colosales de muy alto costo monetario y ambiental para el país, sin que las mismas hayan llegado a su conclusión.

Se ha caído en un letal letargo que se ha acentuado por la sobreexplotación de recursos, la impunidad, el desconocimiento, el descontrol, la falta de respeto a las autoridades, la vergonzosa politización de los efectos ejercidos sobre el medio y su adjudicación a modelos económicos, así como el aumento exponencial de actividades responsables de incrementar diversos tipo de riesgos ambientales y sanitarios. Todo ello maquillado dentro de una política antrópica y errática que reproduce algo que llaman logros y metas en el más reciente documento consignado ante la Cumbre del Cambio Climático de París COP21. Mediante el uso de lineamientos ambiguos tras fachadas de una inverosímil fantasía de tintas iridiscentes, vacías y penosas, se evidencia la inexistencia en Venezuela de la más mínima lógica estadística en materia ambiental.

Para lograr todo lo anterior se deberá hacer una reconstitución de la institucionalidad a nivel ambiental, comenzando por el trabajo moral y el reanimo a los funcionarios de carrera a nivel nacional que los haga asumir el compromiso que conllevan con sus cargos, apoyar el resurgimiento de las instancias ambientales, la capacitación continua y la dotación.

 

(*)  Ing. Geólogo (UCV), Ing. Geotécnico (USB), MSc. Análisis Ambiental (Royal Holloway Reino Unido), se desempeña desde 2005 como director de Agencia Ambiental, es asesor del sector minero en Sur América.

Email: agenciaambiental@gmail.com

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