por Diego Díaz Martín, Presidente de VITALIS
El creciente ruido en nuestras ciudades nos está volviendo locos y poco a poco nos estamos quedando sordos. Sin embargo, pese a que las normas ambientales para el control del ruido son bastante claras en Venezuela, poco se hace por cumplirlas o hacerlas cumplir.
El sonido se mide en decibeles (dB) y usualmente el ruido se define como un sonido desagradable al oído, que puede producir molestias y daños irreversibles a los seres humanos. Para dar un ejemplo, por encima de 110-120 dB, un sonido puede ser perjudicial para la salud, pero si alcanza los 140 puede ser doloroso, y en caso de mantenerse en el tiempo, pudiera causar sordera.
Desafortunadamente, por donde quiera que se nos vea, los venezolanos somos un pueblo escandoloso. Tras la luz de un semáforo, nos desesperamos por tocar la corneta, una, dos y hasta tres veces. Salimos de una iglesia tras una pareja de recién casados y sonamos nuestras sirenas a la máxima potencia. Muchos de los escapes de motocicletas y autos producen auténticas explosiones. Y por si todo ello fuera poco, utilizamos unos audífonos para poder escuchar música en el metro, sin darnos cuenta que el volumen es tan alto, que aquellos que están cerca de nosotros, también están escuchándola.
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