por Diego Díaz Martín, Presidente de VITALIS

El creciente ruido en nuestras ciudades nos está volviendo locos y poco a poco nos estamos quedando sordos. Sin embargo, pese a que las normas ambientales para el control del ruido son bastante claras en Venezuela, poco se hace por cumplirlas o hacerlas cumplir.

El sonido se mide en decibeles (dB) y usualmente el ruido se define como un sonido desagradable al oído, que puede producir molestias y daños irreversibles a los seres humanos. Para dar un ejemplo, por encima de 110-120 dB, un sonido puede ser perjudicial para la salud, pero si alcanza los 140 puede ser doloroso, y en caso de mantenerse en el tiempo, pudiera causar sordera.

Desafortunadamente, por donde quiera que se nos vea, los venezolanos somos un pueblo escandoloso. Tras la luz de un semáforo, nos desesperamos por tocar la corneta, una, dos y hasta tres veces. Salimos de una iglesia tras una pareja de recién casados y sonamos nuestras sirenas a la máxima potencia. Muchos de los escapes de motocicletas y autos producen auténticas explosiones. Y por si todo ello fuera poco, utilizamos unos audífonos para poder escuchar música en el metro, sin darnos cuenta que el volumen es tan alto, que aquellos que están cerca de nosotros, también están escuchándola.

Y si por casualidad nos toca montarnos en un carro por puesto, mejor es que vayamos preparados con unos tapones, audífonos o un cubre orejas. La música suele ser infernal. Pero por favor, no se le ocurra sugerirle al chofer que por favor la baje un poquito. Seguramente le pasará lo que a mi, y tendrá que bajarse Ud. de la unidad.

Nuestras avenidas están plagadas de alarmas y sirenas de vehículos. Ambulancias y patrullas se llevan el sitial de honor. Que decir de los pitos de los fiscales de tránsito, siempre sonantes, pues las señales y los signos parecieran no ser suficientes para orientar el tránsito.

Que decir de muchas industrias o empresas, donde los trabajadores no cubren sus oídos en la forma correcta, bien porque les “incomoda” la seguridad, o por simple ignorancia, sin saber que al no protegerse están ocasionándose un daño posiblemente irreversible. Y en las discotecas y grandes fiestas, nos dejamos llevar por las luces y la música, y nos olvidamos de la intensidad de su volumen, que muchas veces trasciende el ámbito familiar, molestando a nuestros vecinos.

Para entender mejor este problema, el ruido del tráfico dentro de un automóvil puede llegar a 115 dB. En el interior de una camioneta por puesto a todo volumen, puede alcanzar 130dB. En una avenida altamente frecuentada por todo tipo de vehículos, en una hora pico, el ruido pudiera ascender a los 120-130 dB. En una discoteca, la música puede estar llegando a nuestros oídos entre 120-130 dB, y hasta más, si se está cerca de las cornetas. Un taladro hidroneumático o de percusión, puede oscilar entre los 120 y 140 dB. Que decir de la proximidad en el despegue o aterrizaje de un avión, usualmente entre los 130-150 dB.

Más allá de alarmarnos por estas cifras, debemos estar atentos a todos los efectos de la alta exposición de los ruidos molestos para nuestra salud. De acuerdo con la opinión de los especialistas, el mejor remedio para una sordera prematura es evitar su exposición excesiva.

De no tomar las previsiones necesarias, probablemente nos estemos quedando sordos. Estamos a tiempo de escuchar estas reflexiones para cambiar.

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