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Inteligencia Artificial: Aliada Invisible del Desarrollo Sostenible.

Por Diego Díaz Martín (*)

En un mundo donde la conservación ambiental y el desarrollo sostenible se vuelven cada vez más urgentes, la inteligencia artificial (IA) emerge como una poderosa herramienta para abordar estos desafíos.

La inteligencia artificial es un campo de la informática que se enfoca en desarrollar sistemas y programas capaces de realizar tareas que requieren de inteligencia humana. Se trata de enseñar a las máquinas a aprender, razonar y tomar decisiones por sí mismas, utilizando algoritmos y datos.

La IA se utiliza con mucho éxito en una amplia gama de sectores y ámbitos, como medicina y salud, automatización y robótica, finanzas, comercio y marketing.

En materia ambiental, la combinación de la capacidad de procesamiento de datos y los algoritmos avanzados de la IA ofrece nuevas oportunidades para comprender y abordar los desafíos del desarrollo sostenible, de manera más eficiente y efectiva.  De manera general, ofrece un gran potencial para la optimización de la gestión de los recursos naturales.

Con su capacidad para analizar grandes cantidades de datos y tomar decisiones basadas en ellos, la IA puede impulsar soluciones innovadoras y estrategias de acción efectivas, contribuyendo a un futuro más equilibrado y sostenible para nuestro planeta y las generaciones venideras.

En materia de vida silvestre, la IA puede ayudar a identificar y rastrear especies en peligro de extinción mediante el análisis de imágenes y sonidos. Los algoritmos de reconocimiento de patrones y conductas, pueden detectar e identificar especies, lo que facilita el monitoreo de su estado de conservación y la implementación de medidas adecuadas de protección.

Asimismo, la IA puede ayudar a optimizar el uso de recursos naturales, como el agua y la energía. También puede contribuir con el monitoreo de la producción de residuos, a través de sistemas inteligentes de gestión. Al analizar grandes cantidades de datos en tiempo real, permite identificar patrones, prediciendo demandas y tomando decisiones más eficientes para minimizar el impacto ambiental negativo de las actividades humanas.

De igual forma, la IA puede ayudar a predecir y responder de manera más efectiva a los desastres naturales, como huracanes, inundaciones e incendios forestales. Mediante el análisis de datos históricos y en tiempo real, los sistemas de IA pueden alertar sobre posibles eventos, mejorar la planificación de emergencias y facilitar la toma de decisiones para proteger vidas y minimizar los daños derivados del cambio climático.

La IA puede ser un aliado invaluable en la conservación ambiental y el desarrollo sustentable, sin embargo, para aprovecharla al máximo, es fundamental comprender que se requiere una combinación de datos de alta calidad, algoritmos efectivos y la colaboración entre científicos, conservacionistas y expertos.

La recopilación y etiquetado preciso de datos ambientales, la formación de modelos de IA específicos para problemas de conservación y el análisis y aplicación de resultados de IA en decisiones y acciones concretas, son aspectos clave para maximizar el potencial de la IA en la protección de nuestros ecosistemas y la promoción de la sostenibilidad.

Como aliada invisible del desarrollo sostenible, la IA podría contribuir a lograr un impacto significativo en la conservación del planeta al proporcionar herramientas y soluciones innovadoras que nos permitan abordar, analizar y resolver algunos de sus principales desafíos ambientales.

(*) Fundador y Director General de Vitalis. Académico universitario de la Red Universidades Anáhuac en México. Contacto: www.linkedin.com/in/ddiazmartin

TALLER PRIMER GRADO NOVIEMBRE 15 (1)

El reciclaje va a la escuela

(*) Eduardo Ochoa Perales

En Maturín, Venezuela, Vitalis llevó a cabo un innovador proyecto llamado “El reciclaje va a la escuela”, el cual está destinado a fomentar la cultura del reciclaje y la reutilización entre los estudiantes de las escuelas básicas.

Este proyecto es una iniciativa liderada por Vitalis, desarrollado con el apoyo de Ferretería EPA, con el fin de sensibilizar sobre la importancia de cuidar el ambiente y promover el reciclaje y la reutilización como formas efectivas de disminuir la cantidad de residuos que se generan diariamente y que terminan siendo focos de contaminación.

El objetivo principal de este proyecto fue el de diseñar y llevar a cabo un taller de naturaleza teórico-práctico acompañado de un manual didáctico, dirigido a niños en edad escolar que facilitara la articulación de conocimientos y valores relacionados con el reciclaje y la reutilización de residuos, teniendo el juego como estrategia pedagógica. Como interés último se busca evidenciar que el reciclaje y la reutilización de los residuos son elementos que contribuyen la conservación del ambiente.

El taller hace énfasis en los siguientes aspectos:

1.- Conocer el valor del reciclaje y la reutilización como procesos que contribuyen a la conservación del ambiente.

2.- Realizar actividades de carácter lúdico dirigidas a la conservación del planeta a través de prácticas de reciclaje.

3.- Elaborar, con materiales reutilizables, objetos domésticos y decorativos de utilidad para los niños en sus hogares.                                                                                                                      

4.-Incluir los valores del reciclaje y la reutilización, en la labor educativa, por medio de una propuesta eminentemente práctica: “aprender haciendo”.

Este proyecto ha tenido una excelente acogida por parte de la comunidad educativa, ya que ha permitido que los estudiantes se conviertan en agentes activos del cuidado su entorno y se sientan comprometidos con esta causa. Además, ha generado un impacto positivo en la comunidad, ya que se ha logrado disminuir la cantidad de residuos que se generan diariamente en las escuelas, promoviendo así una cultura del reciclaje, la reutilización y del cuidado del ambiente.

“El Reciclaje va a la Escuela” es un ejemplo de cómo se pueden crear iniciativas innovadoras para fomentar la cultura del reciclaje y la reutilización de residuos en las comunidades, asociándolos con la conservación de la naturaleza. Esta iniciativa es un ejemplo del valor fundamental de la educación para generar los cambios necesarios que lleven a los niños, a los jóvenes, a las instituciones educativas y a la sociedad en general a involucrarse en esta labor.

Esperamos que proyectos como este se repliquen en muchas ciudades de Venezuela y del mundo, a fin de seguir generando iniciativas que apunten a construir un planeta más sostenible.

Para obtener mayores detalles del proyecto y descargar gratuitamente el Manual Didáctico: “El reciclaje va a la escuela”, dirigido a docentes de la escuela primaria pulsa aquí.

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(*) Licenciado en Administración de Recursos Materiales y Financieros. Director Ejecutivo de Vitalis Venezuela. Líder en Gestión Integrada de los Recursos Hídricos Vitalis. E-mail eochoa@vitalis.net

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Pérdida de la Biodiversidad en Suramérica y sus implicaciones

(*) Zoila Rosa Martínez González

En términos muy generales y sencillos, la biodiversidad es la variedad de la vida. Este concepto incluye varios niveles de la organización biológica que van desde la diversidad de especies de plantas, animales, hongos y microorganismos que viven en un espacio determinado, hasta su variabilidad genética, considerando también los ecosistemas de los cuales forman parte y las regiones en donde se ubican los ecosistemas. También incluye los procesos ecológicos y evolutivos que se dan en todos estos niveles de organización dentro de la naturaleza.

En el caso de Suramérica, la biodiversidad es uno de sus principales patrimonios naturales que contiene esta región. De los 17 países megadiversos del Mundo, 5 están en Suramérica: Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Esta región alberga una enorme variedad de especies y ecosistemas únicos en el mundo. Sin embargo, su pérdida es una de las principales preocupaciones de la comunidad científica y de la sociedad en general, ya que sus implicaciones económicas y ecológicas pueden ser muy graves.

Las demandas asociadas a satisfacer necesidades y mejorar calidad de vida de la población son las principales responsables de la pérdida de la biodiversidad en América del Sur. Actividades como la deforestación, la expansión de la agricultura y la ganadería, la minería y la urbanización, afectan directamente a los ecosistemas; a esto se suma la caza furtiva, el comercio de especies y los incendios forestales.

Especial atención hay que prestar a los efectos del cambio climático sobre la diversidad de especies de esta zona. Se estima que entre el 25 y el 50% de ellas son endémicas, esto quiere decir que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, por lo que la posibilidad de adaptarse a modificaciones de su entorno es muy estrecha.

El uso de muchas de las especies presentes en esta región es fuente de ingresos para las poblaciones locales. Sin embargo, la explotación más allá de su capacidad de regeneración, entendida como la posibilidad de que las especies se recuperen naturalmente, provoca su pérdida, pudiendo llevarlas a la extinción. Esta situación, a la larga, se revierte contra la calidad de vida de las personas, ya que puede afectar la satisfacción de sus necesidades actuales y limitar el desarrollo de futuros usos, aún no descubiertos, en campos como la medicina, por ejemplo.

Finalmente, cabe señalar que todas las especies son esenciales para mantener el equilibrio ecológico dentro de los ecosistemas, por lo que la pérdida de cualquiera de ellas, afecta la funcionalidad dentro y entre los ecosistemas. Por ejemplo, el jaguar es uno de los principales depredadores de la cadena alimentaria de esta zona del mundo, por lo que la disminución de sus poblaciones o su desaparición podría afectar a las grupos de otras especies y desequilibrar la armonía natural.

La pérdida de biodiversidad en Suramérica es una de las mayores preocupaciones medioambientales y económicas de esta región. Por ello es necesario tomar medidas urgentes para protegerla en todos sus niveles. Un cambio en el modelo de desarrollo y de consumo de la sociedad, demandaría menos recursos, lo que conjuntamente con la incorporación de prácticas productivas que aseguren la sostenibilidad de los ecosistemas como la conservación de los hábitats naturales, el fomento de prácticas sostenibles en la agricultura y la ganadería, la  lucha contra la caza furtiva y la promoción del turismo sostenible en la región, garantizarían un futuro para la biodiversidad de Suramérica y para las generaciones venideras.

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(*) Bióloga, con más de 30 años de experiencia en el ámbito ambiental nacional e internacional. Actualmente Presidente de GWP Venezuela/AveAgua y Líder Global en Biodiversidad en Vitalis Iberoamérica. E-mail: zrmartinez@vitalis.net

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Los ecosistemas terrestres reclaman acciones inmediatas

(*) Por Ismael Hernández Valencia

La población mundial actual es de aproximadamente 7.900 millones de personas y las estimaciones más recientes de las Naciones Unidas indican que para el año 2025 será de 8.500 millones. El incremento poblacional ha aumentado paralelamente el “consumo humano” en términos energéticos, alimentarios y en general de productos y servicios, ya que se necesita intervenir ecosistemas silvestres para la expansión de las ciudades, desarrollos industriales y la agricultura, ante una población creciente, que demanda mejoras en su calidad de vida. Según Wild World Foundation, la humanidad viene consumiendo los recursos naturales a una tasa mayor de la capacidad que tienen los ecosistemas para reponerlos.

Esta situación es preocupante, porque la desaparición o alteración de los ecosistemas silvestres, atenta contra la supervivencia de especies de animales, vegetales y microorganismos, la calidad del aire, suelos y aguas, los bienes y los servicios que procuran los ecosistemas y en consecuencia la supervivencia de la propia humanidad. La degradación de la tierra afecta directamente a casi 75% de los pobres del mundo y los desastres naturales causados por la perturbación de los ecosistemas debido a la actividad humana y el cambio climático, cuestan más de 300.000 millones de dólares al año.

Los ecosistemas terrestres procuran alimentos, fibras, maderas, medicinas, minerales metálicos y no metálicos, agua, suelos para los cultivos, además regulan el clima, el ciclo hidrológico y de nutrientes, así como el almacenamiento de carbono en el suelo. La diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas son la base para las estrategias de adaptación al cambio climático y la reducción del riesgo de desastres, ya que pueden proveer beneficios que aumentarán la resiliencia de las personas. Los ecosistemas terrestres son también importantes para la recreación, bienestar mental y fuentes de ingresos por actividades turísticas y deportivas. Adicionalmente, en muchas culturas, los paisajes naturales son patrimonio porque están estrechamente vinculados a valores espirituales, creencias religiosas y las enseñanzas tradicionales.

La Agenda de Desarrollo 2030 es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. Esta agenda contiene 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y sus 169 metas son de carácter integrado e indivisible, de alcance mundial y de aplicación universal, tienen en cuenta las diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo de cada país y respetan sus políticas y prioridades nacionales.

Dentro de los 17 ODS, el objetivo 15 es la Vida en Ecosistemas Terrestres, el cual tiene como propósito proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica. Para ello se deben disminuir, detener e incluso revertir las tendencias actuales de destruir o degradar los ecosistemas terrestres, lo que implica establecer un conjunto de acciones generales que podemos implementar, entre la que destacan:

1. Ordenar los patrones de usos de la tierra, estableciendo sistemas de producción sostenibles de acuerdo a las aptitudes y limitaciones de cada unidad de tierra o ecosistema.

2. Proteger los ecosistemas y especies frágiles, endémicas o de distribución restringida.

3. Restaurar o rehabilitar los ecosistemas terrestres degradados, especialmente aquellos cuyas especies se encuentren en situación de amenaza o procuren importantes servicios ambientales.

4. Incentivar la arborización urbana y la conservación de áreas verdes en las ciudades.

5. Promover el reciclaje, el reuso y la recuperación de materiales para reducir la extracción de recursos naturales y reducir la generación de desechos y la ocupación de espacios por éstos. En general, reducir el consumo y optar por servicios y productos que generen menor impacto ambiental.

6. Planificar la expansión física de las ciudades y comunidades sobre la base de las potencialidades y limitaciones físico-bióticas de los espacios disponibles, con criterios de preservación de los ecosistemas naturales.

7. Fomentar el estudio y la investigación científica.

Estas y otras acciones deben ser implementadas a la mayor brevedad. Son necesarios programas de educación ambiental dirigidos a todos los actores sociales, sensibilizando a las comunidades sobre la importancia de conservar nuestros ecosistemas y los riesgos a que estamos expuestos por su degradación o destrucción. No hay tiempo que perder. Ya las consecuencias de la gestión inadecuada de los recursos naturales ha puesto de manifiesto graves problemas ambientales que hoy nos aquejan.

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(*) Ismael Hernández. Profesor Investigador Titular del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela. Licenciado en Biología, Doctor en Ciencias. Investigador en el área de impactos ambientales de las actividades antrópicas y restauración de ecosistemas degradados.

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Rol de los mares y océanos en el desarrollo sustentable

(*) Por Diego Díaz Martín

Preservar y conservar los mares y océanos, son clave para promover el uso a perpetuidad de sus recursos marinos. Solo una apropiada gestión, podrá garantizar que tanto la presente generación como las futuras, puedan seguir disfrutando de sus innumerables beneficios, clave de los compromisos establecidos en el objetivo de desarrollo sustentable número 14, de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

Los mares y océanos cubren un poco más del 70% del planeta, proveen el 97% del total de sus recursos hídricos y albergan alrededor de 95% de la vida silvestre y acuática de la Tierra.

Más de 40% de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros del la línea marino-costera, y las economías y modelos de desarrollo de alrededor de 150 naciones costeras e insulares, dependen de los mares para poder subsistir.

No obstante, los 57 mares y 5 océanos del mundo, repartidos a lo largo de los 5 continentes, enfrentan distintas amenazas y niveles de deterioro, lo cual pone en riesgo algunos de sus principales beneficios, entre los que destacan la provisión de 70% del oxígeno que requiere el planeta, el suministro de más de 150 millones de toneladas de alimentos anualmente y la regulación climática, por citar solo algunos.

En términos económicos, los mares y océanos aportan más de 60% del producto nacional bruto (PNB) mundial, y constituyen medios extraordinarios para el comercio mundial, además de constituirse en uno de los atractivos recreativos y turísticos por excelencia en todo el planeta.

Por todo lo anterior, las Naciones Unidas definieron 7 metas para el objetivo 14, entre las que se incluyen:

  • La prevención y reducción significativa de la contaminación marina de todo tipo.
  • La gestión y protección sostenible de los ecosistemas marinos y costeros para evitar efectos adversos importantes, incluso fortaleciendo su resiliencia.
  • La minimización de los efectos de la acidificación de los océanos.
  • La reglamentación del aprovechamiento pesquero, y el fin de la pesca excesiva, ilegal, no declarada y no reglamentada, incluyendo las prácticas pesqueras destructivas.
  • La conservación de al menos 10% de las zonas costeras y marinas, de conformidad con las leyes nacionales y el derecho internacional
  • La prohibición de ciertas formas de subvenciones a la pesca que contribuyen a la sobrecapacidad y la pesca excesiva.
  • El aumento de los beneficios económicos que los pequeños Estados insulares en desarrollo y los países menos adelantados otienen del uso sostenible de los recursos marinos, en particular mediante la gestión sostenible de la pesca, la acuicultura y el turismo.

Para el logro de estas metas, es vital no solo incrementar y socializar los conocimientos científicos que permitan conocer y valorar de forma apropiada a los mares y océanos, y sus recursos naturales. También es importante facilitar el acceso de los pescadores artesanales a los recursos marinos y los mercados.

Asimismo, es clave mejorar la conservación y el uso sostenible de los océanos y sus recursos aplicando el derecho internacional reflejado en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que constituye el marco jurídico para la conservación y la utilización sostenible de los océanos y sus recursos. Para ello, debemos incrementar los esfuerzos de divulgación de la normatividad, profundizar en su análisis y comprensión y fortalecer su cumplimiento, con sólidos mecanismos civiles e institucionales, para garantizar su implementación.

De igual forma, es importante que los consumidores, adoptemos nuevos hábitos que privilegien el uso de certificaciones independientes para asegurar el consumo de alimentos marinos que provengan de sistemas sostenibles, así como impulsar la adopción de políticas nacionales debidamente articuladas con otros países vecinos, a fin de lograr un mayor impacto en las acciones de conservación internacional.

Finalmente, la adopción y desarrollo de mecanismos de control de la contaminación de los mares y océanos, implica políticas y leyes más estrictas, en donde no solo prele el principio del que contamina paga, sino también, del que deteriora revierte y restaura, a fin de corregir aquellas acciones que han llevado a algunos mares y océanos, a estar muy cerca de sus niveles de no retorno en su deterioro.

El rol de los mares y océanos en el desarrollo sustentable es indiscutible. En nuestras manos está resaltarlo ante los distintos actores de la sociedad, exigiendo su conservación a perpetuidad.

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(*) Diego Díaz Martín. Biólogo, Master en Gerencia Ambiental y Doctor en Ingeniería. Profesor universitario con más de 30 años de experiencia académica y de investigación en las ciencias ambientales. Fundador de Vitalis.

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Un ODS transversal y catalizador: El objetivo 16 de la Agenda 2030

(*) Por María Elisa Febres

La paz, la justicia y la inclusión son condiciones indispensables para el desarrollo sostenible, y así lo deja claro el objetivo 16 de la Agenda 2030, que se considera un objetivo transversal y catalizador, pues en la medida que éste se alcance y avancemos en la consolidación de sociedades pacíficas, justas e inclusivas, podremos dar cumplimiento al resto de los ODS. A su vez, el desarrollo sostenible contribuye a consolidar la paz, la justicia y la inclusión, pues cuando una sociedad tiene un balance positivo de desarrollo social, económico y ambiental, se reducen la violencia y los conflictos.

Este objetivo 16, al mismo tiempo, reivindica la importancia de fortalecer las instituciones en todos los niveles, para incrementar su capacidad de satisfacer las necesidades de las personas, en el marco de buena gobernanza, democracia legítima, estado de derecho efectivo y respeto a los derechos humanos, ya que si las instituciones son débiles, no es posible que las sociedades desarrollen plenamente su potencial.

En suma, el objetivo 16 integra la necesidad de abordar la inseguridad, injusticia y conflicto que afectan a la sociedad, conjuntamente con la debilidad que aqueja a las instituciones.

Venimos enfrentando crecientes amenazas como los conflictos armados, el terrorismo, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y lo daños ambientales en general. La ONU ha destacado, en referencia a la situación actual del ODS 16, la lenta disminución de delitos dolosos, la poca aprobación de leyes sobre el derecho a la información y a la libertad de expresión, el nivel altísimo de personas que han huido de guerras y conflictos, y adicionalmente las consecuencias del Covid 19, que han complicado aún más la seguridad y la paz global.

La paz es entendida en los ODS no sólo como ausencia de guerra, sino considerando un enfoque más amplio de paz positiva y sostenida, implicando la seguridad individual y las condiciones sociales, económicas y ambientales que conforman el entorno del individuo.

Las metas e indicadores vinculados al ODS 16 incluyen la reducción significativa de todas las formas de violencia y las tasas de mortalidad en todo el mundo; el fin del maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños; la reducción significativa de las corrientes financieras y de armas ilícitas; el fortalecimiento en la recuperación y devolución de los activos robados y la lucha contra todas las formas de delincuencia organizada; la promoción del Estado de derecho en los planos nacional e internacional y la igualdad de acceso a la justicia para todos; la asistencia a quienes están en situación de vulnerabilidad y exclusión. Igualmente, se contempla reducir la corrupción y el soborno; garantizar la adopción en todos los niveles de decisiones inclusivas, participativas y representativas que respondan a las necesidades de la gente; garantizar el acceso público a la información y proteger las libertades fundamentales; fortalecer a las instituciones en su capacidad de prevenir la violencia y combatir el terrorismo y la delincuencia; promover y aplicar leyes y políticas no discriminatorias en favor del desarrollo sostenible y fortalecer la participación de los países en desarrollo en las instituciones de gobernanza mundial.

Este objetivo exige medidas urgentes, con cambios en normas e instituciones formales e informales, para influir en prácticas y comportamientos de personas y organizaciones, lo cual necesariamente requiere la acción de los gobiernos y de todos los sectores, así como el financiamiento adecuado. A los gobiernos corresponde establecer sus metas nacionales y generar planes, políticas y estrategias. En lo que respecta a la violencia y criminalidad, se debe atender tanto en lo preventivo, como en lo represivo. Las políticas de seguridad deben coordinarse con las políticas sociales, y orientar estas especialmente a las personas y zonas más vulnerables (mujeres, niños, jóvenes, zonas de conflicto, violencia y pobreza). Los cambios y mejoras en los sistemas judiciales son también una exigencia esencial. En el marco de la gobernanza efectiva, a la sociedad civil le corresponde un papel muy activo en favor de la inclusión y la participación, mediante proyectos, campañas, experiencias de aprendizaje, intercambio de buenas prácticas y contribuciones al empoderamiento, ejercicio e implementación efectiva de los derechos de acceso, la rendición de cuentas, la justicia y la paz. Por su parte, el sector privado a través de los líderes empresariales y la responsabilidad social corporativa, debe contribuir significativamente mediante la trasparencia y la rendición de cuentas a combatir la corrupción, con políticas, estándares y prácticas que respeten y promuevan los derechos humanos, la igualdad de género, la inclusión económica y social y la mejora del entorno laboral.

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(*) Abogada, Especialista en Derecho Ambiental y Doctora en Desarrollo Sostenible. Miembro de la Comisión de Derecho Ambiental de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza. Consultora para diversos organismos regionales e internacionales.

Dimensión Ambiental en los Derechos Fundamentales Europeos Vitalis

Dimensión Ambiental en los Derechos Fundamentales Europeos

El medio ambiente es uno de los bienes más preciados que los seres humanos disfrutan. Se es extremadamente afortunado de poder gozar de bosques, sabanas, ríos, playas y todo lo que el entorno natural puede ofrecer. Aunque lo antes descrito sean cosas que suelen darse por sentado, hay que luchar por su preservación, pues de lo contrario, todo podría desaparecer, como ha venido ocurriendo paulatinamente, comprometiendo el hogar de las futuras generaciones.

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Los colores alados del cielo caraqueño

Por Imarú Lameda-Camacaro, MSc. (*) @imaruladema

Los psitácidos son la familia de aves a las que pertenecen los loros y guacamayas, así como pericos y cotorras; en dicha familia, morfológicamente, los individuos se caracterizan por presentar el pico en forma curveada, la mandíbula superior con una movilidad leve que se empalma con el cráneo. En general, son animales reconocidos por su plumaje vistoso y colorido.

Caracas, capital de Venezuela, ubicada en la zona centro – norte del país, a 15 km de la costa del Mar Caribe, se sitúa en un valle montañoso con una altitud de 900 msnm. Entre sus emblemas naturales, el más característico es el Parque Nacional Waraira – Repano, conocido como cerro Ávila. Dicho pulmón vegetal  acompaña la urbe capitalina y sirve de escenario y hábitat de 15 especies de psitácidos que hacen vida en el valle de Caracas.

Los caraqueños al levantarse a las 5:30am en algunas zonas de la ciudad suelen escuchar los sonidos y bullicios de las aves. Entre los más característicos se encuentran los loros y guacamayas, quienes sobrevuelan el cielo caraqueño al salir u ocultarse del sol.

De las capitales del mundo, Caracas destaca por albergar la mayor cantidad de psitácidos con la presencia de 15 especies, incluyendo al Perico Acollarado, una especie introducida que se reproduce dentro del Parque del Este. La ciudad tiene siete especies de pericos y periquitos, cuatro de guacamayas, dos de loros y dos de cotorras.

En el cielo caraqueño suele observarse de manera recurrente, bandadas de guacamayas como la Azul y Amarillo (Ara arauna), Guacamaya Roja (Ara chlopterus) y Guacamaya Bandera (Ara macao), asi como la Guacamaya Maracana (Ara severus).

De esta interacción seres humanos – fauna silvestre, las guacamayas se han acercado a balcones de edificios, encontrando alimento y hasta refugio.

El lado poco conocido de alimentar así a estas aves, así como sociabilizar con las guacamayas silvestres, es  su vulnerabilidad como especies sujetas al tráfico y comercio ilegal, dada su vistosidad y colorido plumaje.

Caracas ha sido un sitio escogido por estos psitácidos para establecerse, adaptándose a las condiciones que le ofrecen parques urbanos, áreas naturales, zonas boscosas y un arboretum que se ha mantenido siendo referencia de biodiversidad urbana, ya que los árboles sirven de espacios para reproducirse, descansar, realizar nidos (chaguaramos), así como alimentarse cuando se trata de especies de arboles frutales.

Una reflexión a los caraqueños es ¿desean seguir observando guacamayas en la ciudad? De ser afirmativa su respuesta, se sugiere evitar el contacto directo con ellas al suministrarles alimento, desarrollar reforestaciones urbanas con especies forestales que sean hábitats para los psitácidos así como otras especies de aves; campañas de comunicación e información sobre la importancia de la vida silvestre, así como concienciar a la importancia de áreas verdes en la ciudades y del resto de los recursos naturales.

Si estas o visitas la ciudad de Caracas, mira arriba y ve el color que resalta en el cielo, son esos seres alados que nos conectan con el trópico. Conservarlas, es tarea de todos.

 

Lic. M.Sc. Coordinadora de Proyectos, Vitalis Venezuela, ilameda@vitalis.net

 

 

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