El nombre de “corredor biológico, corredor ecológico o corredor de conservación” refiere una matriz territorial o mosaico de usos de la tierra, que conecta fragmentos de bosque natural a través del paisaje, y, constituyen una herramienta de ordenación territorial que permite articular, con enfoque de sustentabilidad, la conservación de la biodiversidad con el desarrollo socioeconómico.
Un corredor biológico se puede visualizar como un enlace de hábitats modificados, en el cual las actividades que se realizan están orientadas a favorecer la movilidad de especies silvestres entre los distintos fragmentos de hábitats naturales. Su objetivo es promover la conectividad entre áreas naturales, mediante el aseguramiento y ampliación de áreas protegidas, la recuperación de áreas degradadas y la promoción de sistemas productivos amigables con la diversidad biológica. Igualmente, facilita el flujo genético entre poblaciones silvestres, aumentando la posibilidad de sobrevivencia a largo plazo de las comunidades biológicas y de las especies que las componen.
Varios países de Centroamérica ya han puesto en práctica este modelo de gestión de áreas protegidas como el llamad
o Corredor Biológico Mesoamericano, que contiene tanto valores naturales como culturales, logrando significativos avances. A diferencia de los enfoques tradicionales de la conservación, que han tratado las áreas silvestres aislándolas de aquéllas que las rodean y que están cultivadas o colonizadas, el Corredor Biológico Mesoamericano operacionaliza el enfoque “biorregional” en lo que hace al ordenamiento territorial y al manejo del uso del suelo.
Bajo este enfoque, las comunidades y sus gobiernos deben desarrollar estrategias para el uso de la tierra y de
l agua que comprendan ecosistemas o biorregiones enteros, buscando protegerlos y restaurarlos para que simultáneamente se pueda conservar la biodiversidad, además de sostener la agricultura, el aprovechamiento forestal, las pesquerías y otras actividades humanas.
En Venezuela han sido varias las propuestas de crear corredores biológicos a fin de complementar y fortalecer los objetivos de conservación del Sistema de Parques Nacionales del país. Es el caso del Corredor de Sierra Portuguesa, que busca conectar los Parques Nacionales Terepaima y Yacambu, mediante actividades productivas ambientalmente sustentables que permitan el flujo de las especies como el Oso Frontino (Tremarctus ornatus) en una región de bosques no protegidos.
Pese a los esfuerzos, aún no se ha “oficializado” ningún corredor biológico en el país, más allá de detalles técnicos o legales. Quizás la razón subyace en la falta de un trabajo continuo que permita la consolidación de
una base organizacional que integre a diversos actores, especialmente comunidades locales, que se comprometan a cumplir con los objetivos de un desarrollo local sustentable a fin de contribuir a la conservación ambiental y mejore la calidad de vida de todos.
La verdadera gestión ambiental compartida comienza con la participación ciudadana, y el reconocimiento a la importancia de cada uno de los actores, esfuerzo en el que palabras como integración, cooperación y coordinación, son claves del éxito. Después de todo, los corredores biológicos nos benefician a todos por igual, y lejos de ser un obstáculo para la conservación, la potencian.
Por: Zoyla Martínez
Directora de Desarrollo Comunitario de VITALIS y Presidente de AveAgua
Twitter: @zoylamartinez