El reto del ODS 7: Acceso universal a la energía

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(*) Juan Carlos Sánchez Martínez

El propósito principal del ODS 7 es lograr, para 2030, el acceso universal a la energía, el cual es un servicio fundamental para el desarrollo. No cualquier forma de energía, sino aquella a la que todos puedan acceder, que sea segura, moderna y además sostenible. Estos condicionantes hacen que este objetivo resulte bastante ambicioso, pero si consideramos que todos los países que se han desarrollado
comenzaron por impulsar la educación y dotarse de un sistema de salud eficaz, entendemos claramente la importancia del ODS 7. Sin energía no puede haber educación, ni salud.

De aquí a 2030, las metas del ODS 7 son:
7.1 Garantizar el acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos.
7.2 Aumentar considerablemente la proporción de energía renovable en el conjunto de fuentes energéticas.
7.3 Duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética.
7.4.a Aumentar la cooperación internacional para facilitar el acceso a la investigación y la tecnología relativas a la energía limpia, incluidas las fuentes renovables, la eficiencia energética y las tecnologías avanzadas y menos contaminantes de combustibles fósiles, y promover la inversión en infraestructura energética y tecnologías limpias
7.4.b Ampliar la infraestructura y mejorar la tecnología para prestar servicios energéticos modernos y sostenibles para todos en los países en desarrollo.

Las brechas existentes para alcanzar la primera meta son bastante grandes: actualmente alrededor de 800 millones de personas carecen de electricidad, principalmente en áreas rurales pobres. En 2010 eran 1.200 millones. Ha habido un avance, pero al ritmo actual de electrificación el acceso universal difícilmente se podrá cumplir en 2030, y la electricidad solo representa 20% del consumo global de energía. El 80% restante es el consumo de combustibles para transporte, calefacción, cocción de alimentos, etc. El acceso a combustibles y tecnologías limpias y seguras para disfrutar de estos servicios también avanza con lentitud en muchos países.

Las metas 7.2 y 7.3 buscan impulsar la transición energética, consistente en reemplazar los combustibles fósiles por fuentes renovables y aumentar la eficiencia energética, para mitigar el cambio climático. Estas son condiciones difíciles de cumplir para 2030. Es cierto que muchos países están interesados en
las fuentes de energía limpias, como la eólica, solar, etc. No obstante, las estadísticas muestran que el consumo de combustibles fósiles en el mundo no está disminuyendo. Lo que está pasando es que las fuentes renovables de energía se están añadiendo a las existentes, pero no se está produciendo un reemplazo significativo de unas por otras.

La razón es que no es fácil, porque las infraestructuras que utilizan los combustibles fósiles tienen una vida útil muy larga: las plantas termoeléctricas, oleoductos, refinerías, equipos pesados de la
industria siderúrgica y petroquímica, duran 60, 70 años o más y no existe la intención de reemplazar estas infraestructuras hasta que cumplan su vida útil. Igual ocurre con los vehículos que, aunque duran menos, el tamaño del parque automotor mundial, unos 1.400 millones de vehículos, hace que su sustitución por
vehículos eléctricos necesite más tiempo.

Las metas 7.4.a y b ofrecen las pautas para alcanzar el cumplimiento del ODS 7 al enfatizar la cooperación internacional y facilitar el acceso a la tecnología, lo cual es de radical importancia para los países en desarrollo. Es mucho lo que está por hacerse y la mayor responsabilidad recae en los gobiernos y las empresas, por estar a cargo de la planificación y gerencia de la energía, pero también en los
consumidores.

Los gobiernos deben establecer políticas energéticas concretas que faciliten cumplir el ODS 7 y en particular propiciar alianzas público-privadas con ONG, universidades, sector público y empresas para realizar proyectos que den acceso a la energía a las poblaciones rurales. A las empresas les corresponde llevar a la práctica medidas de inversión en fuentes renovables, adopción de pautas de eficiencia, ahorro y consumo racional en fábricas y edificios, y el control del uso de la energía en la distribución de sus productos y servicios.

Los consumidores son responsables de evitar el despilfarro y hacer un uso racional. Quizás el ODS 7 no se alcance en 2030, pero no debe haber duda en que es absolutamente necesario avanzar en esa dirección. Solo así se podrán mejorar las condiciones de vida de miles de millones de personas que aún carecen de servicios energéticos.

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(*) Juan Carlos Sánchez. Ingeniero Industrial y Docteur-Ingénieur de l’Institut National des Sciences Appliquées, Toulouse, Francia. Coganador del Premio Nobel de la Paz 2007 por su contribución en el
Panel de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas. (Venezuela-Italia).

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