Los ecosistemas terrestres reclaman acciones inmediatas

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(*) Por Ismael Hernández Valencia

La población mundial actual es de aproximadamente 7.900 millones de personas y las estimaciones más recientes de las Naciones Unidas indican que para el año 2025 será de 8.500 millones. El incremento poblacional ha aumentado paralelamente el “consumo humano” en términos energéticos, alimentarios y en general de productos y servicios, ya que se necesita intervenir ecosistemas silvestres para la expansión de las ciudades, desarrollos industriales y la agricultura, ante una población creciente, que demanda mejoras en su calidad de vida. Según Wild World Foundation, la humanidad viene consumiendo los recursos naturales a una tasa mayor de la capacidad que tienen los ecosistemas para reponerlos.

Esta situación es preocupante, porque la desaparición o alteración de los ecosistemas silvestres, atenta contra la supervivencia de especies de animales, vegetales y microorganismos, la calidad del aire, suelos y aguas, los bienes y los servicios que procuran los ecosistemas y en consecuencia la supervivencia de la propia humanidad. La degradación de la tierra afecta directamente a casi 75% de los pobres del mundo y los desastres naturales causados por la perturbación de los ecosistemas debido a la actividad humana y el cambio climático, cuestan más de 300.000 millones de dólares al año.

Los ecosistemas terrestres procuran alimentos, fibras, maderas, medicinas, minerales metálicos y no metálicos, agua, suelos para los cultivos, además regulan el clima, el ciclo hidrológico y de nutrientes, así como el almacenamiento de carbono en el suelo. La diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas son la base para las estrategias de adaptación al cambio climático y la reducción del riesgo de desastres, ya que pueden proveer beneficios que aumentarán la resiliencia de las personas. Los ecosistemas terrestres son también importantes para la recreación, bienestar mental y fuentes de ingresos por actividades turísticas y deportivas. Adicionalmente, en muchas culturas, los paisajes naturales son patrimonio porque están estrechamente vinculados a valores espirituales, creencias religiosas y las enseñanzas tradicionales.

La Agenda de Desarrollo 2030 es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. Esta agenda contiene 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y sus 169 metas son de carácter integrado e indivisible, de alcance mundial y de aplicación universal, tienen en cuenta las diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo de cada país y respetan sus políticas y prioridades nacionales.

Dentro de los 17 ODS, el objetivo 15 es la Vida en Ecosistemas Terrestres, el cual tiene como propósito proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica. Para ello se deben disminuir, detener e incluso revertir las tendencias actuales de destruir o degradar los ecosistemas terrestres, lo que implica establecer un conjunto de acciones generales que podemos implementar, entre la que destacan:

1. Ordenar los patrones de usos de la tierra, estableciendo sistemas de producción sostenibles de acuerdo a las aptitudes y limitaciones de cada unidad de tierra o ecosistema.

2. Proteger los ecosistemas y especies frágiles, endémicas o de distribución restringida.

3. Restaurar o rehabilitar los ecosistemas terrestres degradados, especialmente aquellos cuyas especies se encuentren en situación de amenaza o procuren importantes servicios ambientales.

4. Incentivar la arborización urbana y la conservación de áreas verdes en las ciudades.

5. Promover el reciclaje, el reuso y la recuperación de materiales para reducir la extracción de recursos naturales y reducir la generación de desechos y la ocupación de espacios por éstos. En general, reducir el consumo y optar por servicios y productos que generen menor impacto ambiental.

6. Planificar la expansión física de las ciudades y comunidades sobre la base de las potencialidades y limitaciones físico-bióticas de los espacios disponibles, con criterios de preservación de los ecosistemas naturales.

7. Fomentar el estudio y la investigación científica.

Estas y otras acciones deben ser implementadas a la mayor brevedad. Son necesarios programas de educación ambiental dirigidos a todos los actores sociales, sensibilizando a las comunidades sobre la importancia de conservar nuestros ecosistemas y los riesgos a que estamos expuestos por su degradación o destrucción. No hay tiempo que perder. Ya las consecuencias de la gestión inadecuada de los recursos naturales ha puesto de manifiesto graves problemas ambientales que hoy nos aquejan.

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(*) Ismael Hernández. Profesor Investigador Titular del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Universidad Central de Venezuela. Licenciado en Biología, Doctor en Ciencias. Investigador en el área de impactos ambientales de las actividades antrópicas y restauración de ecosistemas degradados.

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