Por Dr. Diego Díaz Martín / @DDiazMartin

Algunas regiones de América Latina se están convirtiendo en auténticos centros de expendio de animales silvestres, donde por sumas exorbitantes, se puede adquirir desde una ave multicolor, hasta una pereza o un araguato. El problema es tan grave, que semanalmente las autoridades reciben decenas de denuncias, y las clínicas veterinarias se llenan de pacientes enfermos, deshidratados y politraumatizados, compitiendo con los tradicionales perros y gatos en las consultas.

Niños y jóvenes son los más comunes en el ejercicio ilegal de esta actividad, que a escondidas o frente a las autoridades, pueden acabar con decenas de aves, mamíferos y reptiles en menos de un mes.

Lo que desconocen los compradores de estas mascotas, es que además que pueden ser penalizados, con su compra están acelerando la muerte del animal.

María José es un claro ejemplo de ello. Hace un mes compró una pereza bebé en la carretera del Parque Nacional Guatopo en Venezuela. Desde entonces ha tenido que pagar tres veces lo que pagó en tratamientos veterinarios y medicinas, pues el animal vive estresado y deshidratado, y muy probablemente morirá dentro de poco. Después de todo, las perezas se alimentan únicamente de las hojas de un árbol llamado Yagrumo, existentes en algunas selvas nubladas. Pese a su dedicación, acá no hay cariño y empeño que valga. Los animales silvestres pertenecen a las zonas naturales, y no a los cuartos de concreto, ladrillo y zinc que les brindamos como hogar.

Pocas personas saben, por ejemplo, que para obtener un bebé de pereza o araguato, los saqueadores (pues no hay otra forma de definirlos) deben golpear con un palo a la mamá, por lo que en muchos de los casos ésta invariablemente muere.

Y es que la inmensa mayoría de los animales silvestres no son buenas mascotas. Recordemos que ellos están habituados a su medio natural, donde encuentran todos los requerimientos para crecer, desarrollarse y reproducirse. A fin de cuentas, un tigre siempre será un tigre, y una culebra, una culebra, por más comida casero que utilicemos para alimentarlos.

Pese a todo ello, a veces es posible observar en las carreteras nacionales próximas a áreas protegidas como decenas de comerciantes ilegales, venden con éxito miles de animales al año.

Culebras y hasta varias especies de arañas también han comenzado a estar en los gustos de los adolescentes, quienes quizás sin saberlo, están convirtiéndose en cómplices silentes de nuestra incapacidad para convivir con el resto de los seres vivos, arriesgando con sus actos nuestra vida y la del animal. Muchos de estos animales no pueden ser domesticados, y el ambiente urbano les puede resultar hostil.

El problema es tan grave que el comercio de la vida silvestre se ha convertido en la tercera opción comercial más diseminada en el mundo, detrás del de las drogas y las armas, movilizando más de cuatro mil millones de dólares al año.

Lo triste de la historia es que por buscar compañía o darnos un gusto, acabemos poco a poco con una especie que logra subsistir en la naturaleza con dificultad, disminuyendo en su población por las insistentes incursiones de los cazadores de oficio, que se hacen los desentendidos frente a lo estipulado en la normatividad vigente.

Quiénes compran

El mercado es amplio, pero existe una importante demanda del extranjero, principalmente de Estados Unidos, Europa y algunos países del Asia, quienes pagan altas sumas por tener desde una mariposa única y en situación de peligro hasta un mono capuchino, comercio que no solo incluye a los animales vivos, sino sus productos, de los cuales se elaboran decenas de medicinas, muchas de las cuales, no han sido acreditadas por la ciencia, pues sus poderes médicos son más producto de la ficción que de la realidad.

En el mundo, el comercio afecta a más de 700 especies en peligro de extinción (a punto de desaparecer) y 26.300 especies amenazadas. Sólo para dar un ejemplo, anualmente se comercializan ilegalmente más de 50.000 primates, 140.000 colmillos de elefante, 5 millones de aves, 10 millones de pieles de reptiles, 15 millones de pieles de mamíferos, 9 millones de orquídeas, 7 millones de cactus y nada menos que 135 millones de peces tropicales.

Lo que el público desconoce es que más de la mitad de los animales traficados mueren en la vía de comercio, cifra que se supera enormemente dependiendo de la especie, llegando hasta el alarmante índice de mortalidad de 85%.

La labor de las autoridades en el control de esta actividad, aunque muy limitada, nunca será suficiente si la demanda continúa. Sólo individuos informados y responsables podrían acabar con esta clientela silvestre, que poco a poco, queriendo o sin querer, han contribuido a saquear nuestros invalorables tesoros.

Lo mejor sigue siendo no comprarlos. Pero si lo hace, asegúrese de adquirir una mascota en los sitios debidamente autorizados para tal fin y denuncie a los infractores. Prefiera siempre un animal doméstico, y de ser posible, adóptelo.

Tu casa no es su casa

Desde el año 2004, Vitalis emprendió la campaña Tu Casa no es Su Casa, dirigida a resaltar que los animales silvestres no son mascotas y por lo tanto es preferible dejarlos vivir en libertad.

Desde entonces mucho se ha avanzado en el control de esta lamentable práctica que ha impactado en nuevas y mejores legislaciones, y sobre todo, la sensibilización de muchos ciudanos a lo largo de América Latina, llegando inclusive a ser reconocida con el premio Latinoamérica Verde.

Dónde acudir por ayuda

En cada país existe una autoridad nacional del ambiente. Contácteles vía telefónica, email o a través de las redes sociales, y formule su denuncia. De no recibir respuesta, copie su denuncia a comunicadores e influencerw.

Mientras más seamos los que protestemos esta lamentable  práctica, mejor.


(*) Biólogo, Maestro en Gerencia Ambiental y Doctor en Ingeniería Ambiental. Académico universitario de la Universidad Metropolitana (México), Tecnológico de Monterrey (México) y de la Red de Universidades Anahuac (Ciudad de México y Cancún).

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