Crisóforo Mecinas Cruz (*)
Durante los últimos 50 años, la población mundial se ha multiplicado considerablemente planteando una serie de retos para las ciudades. Solo para tener una idea, en 2012 se generaban 1,300 millones de toneladas anuales de residuos en el mundo y se espera que para 2025 la cifra aumente a 2,200 millones de toneladas.
A medida que se ha incrementado el volumen de residuos, también ha aumentado el tiempo requerido para su degradación, como es el caso de las bolsas plásticas y de muchos equipos electrónicos, los cuales representan un riesgo al medio ambiente. Estos materiales contienen componentes tóxicos que requieren un proceso especializado para su recolección, disposición y tratamiento.
En muchas ciudades la disposición de residuos se continúa realizando al aire libre o mediante la quema indiscriminada de los mismos, lo que ha ocasionado la contaminación del suelo, los ríos e inclusive los océanos, al ser vertidos directamente en ellos. Por ello requerimos llevar a cabo una gestión integral de los residuos mediante la implementación sistemática de acciones para su manejo, incluyendo normativas, operativas, financieras, de planeación, sociales, educativas, y de monitoreo, entre otras.
Tales acciones comprenden todo su ciclo, desde su generación hasta la disposición y tratamiento final, con el objeto de lograr beneficios ambientales, y la optimización económica de su manejo y su aceptación social, conforme a las circunstancias de cada localidad o región. Lo anterior es parte de la responsabilidad conjunta entre productores, distribuidores, consumidores y de los gobiernos, entre otros actores.
Nuestro papel como consumidores debe enfocarse en tres principios básicos para disminuir la producción de residuos y reducir su impacto en el medio ambiente. El primero es la reducción, evitando el consumo de productos que generen mayores residuos, como es el caso del agua y de los refrescos que vienen en botellas de pet, así como productos cuya vida útil sea muy corta, como en el caso de algunos aparatos electrónicos. El segundo es la reutilización, eligiendo aquellos cuyo envase podamos volver a utilizar como contenedores o materias primas en otro proceso. El tercero es el reciclado, para lo cual hay que revisar sus características y separarlos desde la fuente para facilitar dicho proceso.
Mediante estas acciones podemos empezar a reducir el daño que nuestros residuos causan al ambiente debido a la contaminación del suelo, del agua o del aire. No olvidemos que cada acción cuenta y si las sumamos para resolver el complejo problema de los residuos, podemos ayudar a su solución.
(*) Ingeniero Civil, cmecinas@hotmail.com
Fuente de la imagen de basura: Diario El Argentino.