De acuerdo con la tradición Cristiana, unos hombres sabios procedentes del oriente, que bien pudiéramos denominar míticos, arribaron por estas fechas a Belén a honrar al niño recién nacido. Lo que pocas personas se han detenido a detallar en estos nobles señores, de quienes algunos dudan su existencia, es su condición de ambientalistas, más allá de sí eran o no magos o reyes.
Para comenzar, emprendieron sucamino a Belén siguiendo una estrella, que les condujo en forma inequívoca al lugar donde estaban Jesús y su madre María, apoyados de un firmamento que suele ser la mayoría de las veces el mejor sistema de navegación, nada contaminante y extraordinariamente confiable. Sobre este particular, existen interpretaciones que estos sabios eran astrólogos babilonios o sacerdotes persas, cultivadores de las ciencias -particularmente la astronomía- desde un punto de vista teológico.
Si bien en ningún documento escrito se establece claramente cuántos reyes eran, la ofrenda consistente de tres invalorables recursos naturales como el oro, el incienso y la mirra, hacen pensar que se trataba de tres, y no 4, 7 y hasta 12 como algunas veces se ha sugerido. Es de hacer notar que tales recursos se encuentran asociados a un simbolismo, donde el oro representa al rey, el incienso al dios y la mirra al hombre.
Aunque muy poco conocidos, y muchas veces hasta convertidos en leyenda, el comportamiento determinado por las condiciones de vida de entonces –y de aún en muchos lugares del planeta– hace de los reyes magos auténticos individuos responsables de su entorno, en medio de una filosofía de sostenibilidad, basada en el poco consumo de recursos, una muy baja producción de residuos y un ahorro sistemático de bienes y servicios –como el agua– para cuando realmente se necesite.
Los nombres heredados en la tradición occidental como Gaspar, Melchor y Baltasar, también denotan un componente ambiental interesante, que tiene mucho que ver con la diversidad étnica y cultural que conforman nuestra diversidad biológica.
Tal y como lo sugiere un venerable monje benedictino, conocido como Beda , “Melchor era un anciano de blancos cabellos y larga barba del mismo color; Gaspar, más joven y rubio; y Baltasar, negro”. Según esta consideración, los reyes magos podrían ser reprentantes de Europa, Asia y África, para así acentuar la soberanía universal del ilustre recién nacido sobre todas las razas y países.
Si bien su destino luego de la adoración es incierto, es probable que hayan regresado a sus lugares de origen, plenos de lecciones luego de haber cumplido con su misión, en espera de un nuevo desafío que les perpetúe en la eternidad en la memoria de las futuras generaciones.
Después de todo, así son los ambientalistas, desafiantes ante la incertidumbre, triunfadores a veces, desconocidos o memorables y muchas veces incomprendidos, casi intangibles como una leyenda.
Sigamos el ejemplo de los reyes magos y aprendamos a convivir con nuestra naturaleza, valorando sus inmensas potencialidades, sin dejar de reconocer la finita condición de su existencia.
El ambiente tiene todas las respuestas a la vida. Conservémosla en paz y armonía.