Por Diego Díaz Martín, Presidente de VITALIS
Aquellos impactos ambientales ocasionados por el hombre, que acumulados en el tiempo, afectan en forma directa la calidad de vida de las personas y en general los ecosistemas, incluyendo a la vida silvestre y acuática, es lo que llamamos pasivos ambientales.
La degradación de las aguas marino-costeras de Venezuela, es un buen ejemplo de tales pasivos ambientales. Las continuas descargas de aguas residuales domésticas e industriales, así como aquellas derivadas de actividades agrícolas y petroleras, han incidido notoriamente en su deterioro, situación que se ha visto agravada con la descarga de sustancias tóxicas, incluyendo residuos altamente peligrosos.
Desde el punto de vista atmosférico, el aire de nuestras ciudades ha sido afectado por diversos procesos derivados del crecimiento urbanístico incontrolado, y muy especialmente, del desarrollo de las actividades industriales y del parque automotor, lo cual ha derivado en estándares ambientales que requieren de un especial manejo en diversas regiones del país, a fin de prevenir su agudización.
Otro pasivo ambiental, pocas veces reseñado como tal, es la deforestación, la cual alcanza en Venezuela cifras alarmantes de acuerdo a organizaciones internacionales como la FAO. Recordemos que nuestro país ha perdido alrededor del 40% de su cobertura vegetal original.
En cuanto a nuestros suelos, la eliminación o disposición inadecuada de sustancias químicas de uso industrial, minero y urbano, incluyendo el mal desarrollo y mantenimiento de los procesos industriales, ha ocasionado la acumulación de miles de toneladas de residuos cuyo manejo ha sido difícil, debido, entre otros aspectos, a los altos costos del proceso y la disponibilidad de las tecnologías apropiadas.
Resulta importante reflexionar sobre quién o quiénes son los responsables de los pasivos ambientales en Venezuela, aunque su conocimiento no necesariamente conduzca a la solución del problema. Sin embargo, más importante que todo, es gestionar la remediación de las áreas afectadas mediante mecanismos interinstitucionales de cooperación, donde además de actuar en forma inmediata sobre las regiones más afectadas, se dicten las pautas técnicas y administrativas para detener su continuo crecimiento, habida cuenta que los procesos industriales y el desarrollo urbano no se detienen.
Se debería lograr un consenso para dar prioridad a los sitios, áreas o lugares que serán evaluados y posteriormente intervenidos, teniendo presente al menos lo significativo del deterioro ambiental, y particularmente de los impactos sobre las personas y la vida silvestre y acuática, sin dejar de lado las alternativas de rehabilitación, recuperación o remediación.
Sabemos que la solución para remediar las consecuencias de los pasivos ambientales posee un alto valor económico, pero también estamos convencidos que es posible, siempre y cuando exista la voluntad, la tecnología y la capacidad técnica de nuestros funcionarios para resolverlo. Después de todo, seguimos siendo un país rico.