(*) Por Silvia Abuja
“Llevamos más tecnología en el bolsillo que la que llevó al hombre a la luna”. En pleno siglo XXI tenemos la tecnología y la capacidad de producir alimentos suficientes para abastecer a toda la humanidad, entonces ¿Por qué pese a estos enormes avances, más de 700 millones de personas, o el 10 % de la población mundial, aún vive en situación de extrema pobreza al día de hoy? Con dificultades para satisfacer algunas de sus necesidades físicas y psicológicas, como pueden ser el acceso a agua potable, electricidad, alimentación, educación, asistencia sanitaria, vivienda, entre otras.
Poner fin a la pobreza en todas sus formas es el primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Este objetivo propone como principal finalidad erradicar por completo la pobreza extrema para todas las personas en el mundo.
A través de sus 5 metas busca reducir para el 2030 al menos a la mitad la proporción de hombres, mujeres y niños y niñas de todas las edades que viven en la pobreza en todas sus dimensiones, procurar que se implementen a nivel nacional sistemas y medidas apropiadas de protección social para todos los habitantes de un país, y lograr ampliar la cobertura de las personas en situación de pobreza. De esta manera se pretende garantizar que, particularmente la población más vulnerable, tenga los mismos derechos económicos que el resto, a fin de que puedan acceder a servicios básicos y financieros como la propiedad y el control de las tierras, herencia, recursos naturales, nuevas tecnologías apropiadas, creando un marco normativo, tanto nacional como internacional, que tome en cuenta a la población que se encuentra en situación de pobreza.
Por otra parte, se pretende fomentar la resiliencia de los pobres y las personas que se encuentran en situaciones vulnerables, reduciendo su exposición y vulnerabilidad a los fenómenos extremos relacionados con el clima y otras crisis y desastres económicos, sociales y ambientales.
La garantía de una movilización importante de recursos, procedentes de diversas fuentes es fundamental para alcanzar este ODS, incluso mediante la mejora de la cooperación para el desarrollo, a fin de proporcionar medios suficientes y previsibles a los países en desarrollo, para poner en práctica programas y políticas encaminados a poner fin a la pobreza en todas sus dimensiones.
Crear marcos normativos sólidos en los planos nacional, regional e internacional, sobre la base de estrategias de desarrollo en favor de la población empobrecida, que tengan en cuenta las cuestiones de género es uno de los aspectos a considerar como prioritario.
Pese a los enormes avances en la reducción de la pobreza extrema, las tasas siguen siendo persistentemente elevadas en los países de ingreso bajo, que se han visto afectados por conflictos y por las actuales conmociones políticas. Las perspectivas para que el mundo alcance las metas propuestas dentro del ODS 1 para el año 2030, no son alentadoras.
La reflexión detrás del ODS 1 y el cumplimento de sus metas, no está enfocada en la falta de recursos de una persona, sino que abarca una constelación mucho más amplia, considerando que la misma persona puede volver a caer en situación de malnutrición y discriminación por falta de oportunidades, falta de acceso a servicios sociales y ausencia de toma de decisiones importantes dentro de sus países.
Una de cada cinco personas, en países estructuralmente empobrecidos, viven con menos de 1,5 dólares por día. Estas altas tasas a nivel mundial se encuentran a menudo en países frágiles afectados por conflictos internos. Para lograr ponerle fin a la pobreza en 20 años se necesitarán 175 millones de dólares anuales, esto es menos del 1 % de los ingresos totales de los países más ricos del mundo. Entonces, si volvemos a la pregunta inicial, el problema no se encuentra en la producción como sí en la distribución de los recursos, conocimientos y mercados, y en el acceso desigual a los mismos.
El objetivo de erradicar esta pobreza extrema, pasa por realizar un proceso de reflexión individual en el que nos propongamos actuar, interviniendo en nuestro metro cuadrado de incidencia, hasta poco a poco ir ampliando y conseguir un reparto más justo de los recursos. El personal voluntario de asociaciones, grupos activistas, fundaciones y ONG trabajan en este sentido. Sin embargo, es preciso recordar la importancia de pensar globalmente y actuar localmente.
Queda un largo camino por recorrer para erradicar la pobreza y la extrema pobreza. Está en nuestras manos poder colaborar para cambiar esta situación, que afecta a gran parte de la población en el mundo. Tú tienes mucho qué aportar ¿has pensado cómo hacerlo?
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(*) Ingeniera en Comercio Internacional por la Universidad Tecnológica Equinoccial de Ecuador, Maestra en Derechos Humanos y Gobernanza por la Universidad Autónoma de Madrid. Cerca de 15 años de experiencia en gestión de proyectos de cooperación internacional. Vinculada a organizaciones iberoamericanas, públicas, privadas y del tercer sector.